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León

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ESTE es un cuentecillo que no puede comenzar con el clásico había una vez, pues trata acerca del aquí y del ahora, aunque aborda una historia vieja como el mundo. Desvelado por las preocupaciones económicas, un hombre cualquiera, en una ciudad cualquiera, se levanta a medianoche. Su mujer y sus hijos duermen. Ha sido un día intenso. Sentado en el salón, se pregunta cómo saldrán adelante. No entiende nada de lo que está sucediendo, pues es sólo, como dijimos, un hombre como hay tantos, pieza sustituible en el engranaje del sistema. Por la ventana, observa que en algunos edificios hay también luces encendidas. El silencio nocturno es una falsa calma que todo lo distorsiona. «¿Saldré adelante?» se interroga. «¿Sabré?». Las respuestas que antes le servían ya no sirven -al menos, en apariencia- en este presente sin cimientos, donde ni siquiera dos y dos parecen seguir siendo cuatro. Por ello, últimamente, no logra conciliar el sueño y necesita levantarse, dar vueltas por la casa, tomar notas, hacer cálculos. De repente, se fija en una fotografía de su padre, quien parece observarle desde el aparador, como un eficaz centinela nocturno. «¿Cuál sería hoy tu consejo?», le pregunta. Recuerda el decoro con el que él afrontó los problemas a lo largo de su vida, su humildad heroica ante los reveses, su forma de aferrarse a la esperanza como escudo protector. «Ojalá sepa hacerlo tan bien como tú lo hiciste», se dice. Regresa a su cuarto. «-¦la mitad de la mitad de lo bien que tú lo hiciste-¦», murmura antes de caer dormido, como si una mano invisible le hubiera cerrado los ojos. A la mañana siguiente, se levanta descansado. Un hombre cualquiera, en una ciudad cualquiera. Un cuentecillo con final feliz, aunque explicar por qué sería me llevaría otra columna.

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