EN POCAS PALABRAS
Sin excusa
EL ACUERDO comercial por el que la joven británica Jade Goody, ex polémica concursante de Gran Hermano, ha decidido retransmitir sus últimos momentos de vida tras serle detectado un cáncer irreversible representa un ejercicio de la libertad individual que traspasa los límites de la dignidad humana. Un despropósito de cuya responsabilidad no puede sustraerse quien ha resuelto pagar por los derechos de un final cuya exposición pública se convierte en drama y en causa de dolor para cuantas personas se encuentran en una situación análoga. Cuando las sociedades democráticas se debaten ante los dilemas que la fase terminal de una enfermedad incurable plantea a cada ser humano, el paso dado por Goody no puede ser ni excusado ni comprendido por razones compasivas a cuenta de su estado. Ningún bien puede esperarse de un «reality show» que convierte en mercancía los instantes más íntimos y delicados de la vida de una persona.