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FRONTERIZOS | MIGUEL Á. VARELA

Cloacas necesarias

Publicado por
MIGUEL Á. VARELA
León

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MI AMIGO LLEVA semanas diciéndomelo: «hay que volver a la novela negra». Mi amigo es lector metódico. Anduvo escarbando por los secarrales manchegos con Plinio, el policía de Tomelloso, y ahora ya ha elevado el vuelo por las últimas novedades europeas. Yo tengo mis dudas. No sé si volver a caer en un género que abandoné cuando murió Montalbán o entrar directamente a la arqueología periodística de El Caso . Con este semanario de sucesos se hizo rico su fundador y director, Eugenio Suárez, falangista de los que empezaron a detestar a Franco antes incluso de acabar la guerra, compañero de Fernán Gómez -”un poco en la Facultad de Filosofía, bastante más en la mesa del Café Gijón-”, intrigante en el contubernio de Múnich y censor a quince pesetas por libro hasta que Cela le quitó el puesto. Durante varias décadas fue el periódico más vendido de España, envoltorio cutre de los bocadillos de tortilla que los proletarios mojaban en truculentas violaciones, morbosos crímenes pasionales y en las desventuras de aquel Eleuterio, el célebre roba-gallinas que se fugó tirándose de un tren en marcha delante mismo de la Guardia Civil. Probablemente sin quererlo, El Caso fue el testimonio negro de un país exaltado y tristón y no aguantó la competencia de la modernidad democrática, tan glamurosa y feliz, tan encantada de haberse conocido, tan alejada del sangriento navajazo popular. Pero la modernidad también necesita cloacas. La explotación del morbo hasta rozar lo delictivo ha pasado a manos de espléndidos profesionales que sirven mierda en riguroso directo, a todo color y sin necesidad de bajar al quiosco. Y para la alta política, para los grandes negocios, siempre nos quedará seguir la recomendación de mi amigo Suárez Roca y buscar en alguna librería cercana Las manos del pianista, por poner un ejemplo.

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