Tiranía birmana

LA LIBERACIÓN de 6.313 presos por parte de la Junta militar que gobierna Myanmar, que se suma a la de otros 9.000 decretada en septiembre con la justificación de favorecer la participación en las elecciones de 2010, constituye una cruel farsa. De entre todos los reclusos indultados apenas una veintena pertenece al grupo de los presos por motivaciones políticas, cifrados en dos millares de personas. Este hecho, unido a la falta de avances reales en la preservación de los derechos humanos y las libertades públicas constatada hace apenas unos días por el enviado especial de la ONU a suelo birmano, reflejan cómo la tiranía que rige el país logra sacudirse las periódicas presiones de la comunidad internacional para que flexibilice sus posiciones. Presiones que se han demostrado tan insuficientes como inoperantes para asegurar la libertad plena de los opositores y la supervivencia de una población empobrecida hasta la miseria.