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Elemento y principio de las cosas, el agua exige una gestión global. Ya lo dijo Goethe: «¡Como te pareces al agua, alma del hombre! ¡Como te pareces al viento, destino del hombre!». Esta crisis ecológica es más de lo mismo, consecuencia de que la libertad y la tolerancia están frecuentemente separadas de la verdad. El enemigo del agua es el hombre mismo, que empecinado en un desarrollo industrial insostenible, hace bien poco por detener la contaminación de ríos, lagos y mares. La población mundial franqueará los cerca de 6.500 millones de personas actuales a más de 9.000 millones en el 2050. Se trata de un gran desafío para la agricultura mundial: producir más alimentos para una población creciente usando de manera más eficaz unos recursos hídricos limitados y con las amenazas del cambio climático. La gestión del agua será un problema global, ya lo es en la medida que tenemos la obligación moral de asegurar que los países reciban la asistencia financiera y técnica que necesitan para adaptarse al cambio climático y para generar mejores condiciones de vida para su gente. Integrando de forma globalizada el respeto y el buen uso del agua en los sectores agrícola e industrial, podemos solucionar desde la seguridad alimentaria a la reducción de la pobreza, desde la sostenibilidad medioambiental a la energía limpia y el saneamiento urbano.En algunos países, las personas dependen exclusivamente del clima. Las largas sequías o las tormentas que todo lo destruyen a su paso, incrementan la necesidad de auxilio y la provisión de alimentos de emergencia para poder subsistir. Está visto que los países industrializados son responsables del dióxido de carbono. Hay que reducirlo al máximo en todo el mundo. En este sentido, es una buena noticia que el reciente plan español para el estímulo de la economía y el empleo cuente con un paquete de medidas para el sector de la energía y la lucha contra el cambio climático, como es el plan de ahorro y eficiencia energética, incentivar la sustitución de vehículos con más de diez años de antigüedad por otros nuevos menos contaminantes, el acuerdo con Francia para doblar nuestra interconexión eléctrica, el plan de energías renovables, etc. Llevar esto a buen término, más allá de lo escrito, es tan preciso como urgente.