Jueces y partes

YA NO VOY NI A ENTRAR en el asunto del circo mediático y la falta total de ética (y estética, en mi opinión) que sigue la información de sucesos y «telerrealidad» con la que nos bombardean día a día. Pero sí en la falta de medida de asuntos que no son ni para debatirlos en caliente ni para someterlos a la demagogia callejera.

Eso, y que no hay que mezclar las churras con las merinas. Con todos los respetos para las familias, con todas las condolencias para su pérdida, no todos los casos son iguales; por tanto los castigos tampoco pueden medirse por el mismo rasero. Aunque tengan que ver con menores. Puedo entender que los padres que han sufrido la pérdida irracional de un hijo exijan a voz en grito las máximas penas, que quieran ver cómo los culpables se pudren en la cárcel, que supliquen incluso que se les fusile al amanecer. Pero el sistema legislativo y judicial del que estamos dotados tiene que estar por encima de arrebatos y dolores individuales, porque las garantías que le exigimos son también mucho más elevadas.

Una cosa es que se exija el cumplimiento íntegro de las condenas, y otra que se someta a público debate a cuánto hay que condenar a cada quien. Y, repito, no todos los casos son iguales. No es igual el caso Mari Luz que el caso de Marta. No es igual pederastia o violación de menores que un asesinato como los tantísimos que por desgracia nos sobrecogen.

El asesino confeso de la adolescente sevillana merece que caiga sobre él todo el peso que la ley le tiene reservado. Pero no que el seguimiento minuto a minuto de la investigación le condene en juicio paralelo y maniqueo. No podemos ser jueces y partes. Que se lo pregunten si no al juez Garzón...