Diario de León

EL BAILE DEL AHORCADO | CRISTINA FANJUL

El señor de las moscas

León

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HASTA tres veces desoyó el presidente del Gobierno la petición del padre de Marta del Castillo. A pesar de lo que dicen muchos, a mi sí que me gusta que Zapatero reciba a los padres de las niñas asesinadas. Y no porque crea en su piedad, sino porque cada vez que lo hace se retrata. Aquí sabemos tanto de democracia que nos pasamos el día criticándola o, lo que es peor, pisoteándola. A los políticos españoles -”y aquí ningún partido se salva-” el pueblo les produce una mezcla de miedo y asquito que impide interiorizar que es su voluntad la que debe guiar la acción de gobierno. Quienes presumen de libertarios son los que con más ahínco se sirven del Despotismo Ilustrado y, para ello, ninguna coartada mejor que la Constitución. Vaya, vaya. Resulta que los fascismos nacionalistas pueden trabajar por la destrucción de España con el dinero de todos, que el prólogo de un Estatuto puede convertir comunidad en nación, que dos políticos pueden pactar que el gobierno de los jueces no sea más que la sucursal del Parlamento... pero nada de hablar de cadena perpetua, que la Constitución defiende que el objetivo de la cárcel es la reinserción. Pues habrá que cambiarlo. O no, pero para eso hay que preguntar a la gente, y que, por una vez, sean los ciudadanos los que decidan. Nadie está en contra de la revisión de penas, pero las víctimas deben sentir que ley las defiende a ellas, no al criminal, que el Estado ejerce su poder coercitivo y que ningún asesinato quedará impune. El problema es que el buenismo nos ha llevado a una cárcel de infantilismo intelectual de la que se ha expulsado a Dostoievski. El señor de las moscas es mucho más que una fábula moral.

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