FRONTERIZOS | MIGUEL A. VARELA
Asomar la cabeza
CUANDO entre los efectos pirotécnicos de la campaña electoral parecía imposible colocar un titular que se saliera del guión, el diario de mayor tirada del país y uno de los más cicateros a la hora de prestar centímetros cuadrados a las artes escénicas nos ha sorprendido con un reportaje y un suelto editorial de gran calado que viene a explicar el buen momento que atraviesa la escena nacional, al menos en cuanto a asistencia de público en un contexto de contención general del consumo. El dato que definitivamente desencadena el sorprendente despliegue es numérico: durante 2008, más de cuatro millones de personas asistieron a algún espectáculo teatral en la capital de España, mientras que los espectadores que fueron a ver jugar al Real Madrid, al Atlético o al Rayo apenas pasaron de tres millones. Un uno en la quiniela para el teatro madrileño. Con ser un dato significativo, no es el único. Desde hace al menos cuatro o cinco años, la recaudación anual de las salas teatrales en España suma el doble que la del cine nacional, pese a competir ambos sectores en dos ligas bien diferentes: la de la incierta industria glamorosa mediáticamente bien apoyada una y otra la artesanal que sobrevive al margen de los telediarios. Para completar el panorama, un artículo del escritor Alessandro Baricco en el diario italiano La Repubblica proponiendo la desaparición de las subvenciones a la cultura y su sustitución por inversión en educación ha abierto el siempre temido debate sobre el uso del dinero público en este ámbito. Probablemente Baricco no conozca la reflexión que Adolfo Marsillach hizo hace ya diez años: «dar subvenciones es un error, pero no darlas es una catástrofe». El caso es que estos días el teatro ha asomado la cabeza en los titulares. Y en estos tiempos, ya saben, lo importante es que hablen de uno, aunque sea bien.