CON VIENTO FRESCO | JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
Tartarines de la justicia
PARA explicar lo qué es justo y lo qué es injusto, Trasímaco utiliza el ejemplo del pastor y sus ovejas. Refiere a Sócrates que los pastores buscan el bien de sus ovejas no por el interés de ellas, sino por el beneficio propio; creer lo contrario es pura ingenuidad. A semejanza del pastor, el gobernante ha de sacar igualmente provecho de su situación de dominio, pues la justicia no es sino el interés del más fuerte. La justicia, al margen de la retórica que la justifica, siempre encubre intereses particulares. El poder sustenta la justicia, y las leyes no son más que convenciones impuestas por el poderoso -y acatadas sumisamente por los subordinados-, en las que se determina que lo justo es lo ordenado en ellas. Esta teoría cínica e instrumental, después de siglos de reflexión (Platón, Aristóteles, Santo Tomás, Rawls, Nozick), parecía periclitada; pero estos días ha sido nuevamente puesta en vigor por un juez y un ministro socialistas.
Como dos nuevos Tartarines -”con perdón de Tartarín, el personaje de Daudet-”, por aquello de la caza pero también por las trolas que sobre sus hazañas cinegéticas solía contar a sus paisanos de Tarascón, Bermejo y Garzón se fueron de cacería a un lugar de Jaén, al lado de Puertollano (esto según el ministro, que no tenía licencia para cazar en Andalucía y sí en Castilla-La Mancha, pero en realidad a 200 kilómetros). Además de ciervos y muflones, en una finca privada a no sé cuántos miles de euros la pieza, parece que tenían intención de cazar, también en su otra finca privada -España-, al PP. El caso Gürtel, aireado profusamente por el grupo Prisa, se plantea no como la conducta delictiva de algunos políticos, sino como una causa general contra el PP: así se oculta la crisis y se ayuda a los candidatos socialistas en las elecciones gallegas y vascas.
A uno de los cazadores, Fernández Bermejo, el tiro le salió por la culata y en estos momentos ya es un exministro. Las razones de su cese, que no su dimisión, parece que han de relacionarse con las encuestas poco favorables a los socialistas en aquellas dos comunidades, y no por la deplorable imagen dada por los susodichos Tartarines. De hecho, ni los correligionarios socialistas, con alguna excepción, ni los ecologistas, siempre tan prontos a poner en solfa a la derecha, protestaron por la cacería o por el espectáculo bochornoso de unas fotos en que ambos aparecen satisfechos con los animales muertos a su alrededor. Queda aún por hacer justicia al juez, pero en este caso no parece que el Consejo General del Poder Judicial tenga mucho interés en llevarla a cabo. Luego se extrañan de la deplorable imagen que tienen de la justicia y de los jueces la mayoría de los españoles.
No tengo el menor interés en discutir sobre las diferentes teorías sobre la justicia ni sus relaciones con el orden y la igualdad. Solo recordaré que a ésta, desde muy antiguo, se la representa ciega por algo. No significa que sea ciega a las circunstancias en las que se cometen los delitos, sino a que sus sentencias han de ser, ante todo, imparciales, no partidistas; es decir, dictadas desde los intereses de un partido político concreto, pues así se acaba en las checas y la arbitrariedad. Desde Montesquieu y la revolución francesa, hemos creado sistemas con división de poderes para garantizar la libertad, pero también para que la justicia no esté mediatizada por el poder ejecutivo y actúe con equidad, trate a todos por igual. Cuando un juez y un ministro de justicia, con algún policía de por medio, no actúan correctamente, no sólo ha de cesarse al ministro, también ha de apartarse al juez. ¡Estamos esperando!.