EL RINCÓN | MANUEL ALCÁNTARA
Remedios
MENOS mal que febrero trae unos días menos, si no llegamos a los cuatro millones de parados: se sumaron 154.058 personas, cada una con su corazoncito y con su estómago. Los pronósticos son sombríos, incluso para la Costa del Sol. Según los cálculos del servicio de Estudios del BBVA, que sabe lo que se hace, la cifra se elevará y en el 2010 serán, o seremos, cuatro millones y medio. La carrera de los parados es imparable. La confianza de los consumidores ha bajado mucho y no hay perspectivas de que el gasto de los hogares se recupere. Está íntimamente ligado a la recuperación de los salarios, como es natural.
El desempleo favorece la virtud de la austeridad, pero es funesto para la Seguridad Social. Hay que preguntarse cómo se puede vivir sin perspectivas, nada más que oyendo discursos vacuos y esperando que a Obama le salgan bien las cosas. Cuando decimos eso de «qué país», debiéramos decir «que mundo». El diligente Sarkozy y varios de sus ministros reciben en Francia cartas con amenazas y balas de distinto calibre. Está claro que «las mieles del poder» incluyen una buena ración de cicuta.
Quizá también debiéramos haberle hecho caso a los sabios de la tribu en vez de los vainas que hacen de consejeros económicos. Saramago lleva tiempo diciendo que no hay motivos para el optimismo y Sampedro, José Luis Sampedro, no el presunto guardameta del cielo, ha advertido de que si a la codicia no se le contrapone un poder que la compense, se desborda. En efecto, estamos desbordados. Los únicos que encuentran trabajo son los que trasladan arpas y los que acarrean estatuas ecuestres de noche ¿Qué culpa tendrá el caballo?