Diario de León

CON VIENTO FRESCO | JOSÉ A. BALBOA DE PAZ

Panem et circenses

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JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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CONTEMPLANDO el ambiente de dos fines de semana sucesivos en mi pueblo me vino a la mente la célebre sátira de Juvenal, autor romano del siglo II, que contiene la trillada frase del título de este artículo. Se trata de la décima sátira, en la que Juvenal se indigna de que «en todas las tierras que van desde Cádiz hasta el Ganges, donde se alza la aurora, pocos son los que pueden discernir los bienes auténticos»; y en la que, a continuación, denuncia que «hace ya mucho tiempo, desde que no vendemos a nadie nuestros votos (el pueblo), dejó sus preocupaciones políticas, y a pesar de ser antes él quien distribuía los haces (las fasces, lo que llevaban los lictores que acompañaban a los cónsules, como símbolo del poder), los mandos militares, todo, hoy deja hacer, y sólo desea ansiosamente dos cosas, el pan y los juegos del Circo». Este desinterés por la política fue, según E. Gibbon, una de las causas de la decadencia del Imperio Romano.

Hace una semana el ambiente en mi pueblo era de una tranquilidad absoluta, probablemente porque las elecciones vascas y gallegas nos dicen cada vez menos a más personas. Incluso a los bercianos que tenemos con los gallegos lazos muy antiguos, estrechos y amistosos; y una vecindad que, en estos últimos tiempos, chirrió por las intromisiones del BNG. En todo caso, los resultados de ambas elecciones sí que tienen consecuencia para el conjunto de los españoles: en Galicia, porque se detienen, por ahora, decisiones políticas, de tendencia nacionalista, que dividen y separan a la población; en el País Vasco porque la victoria de socialistas y populares, puede permitir -y parece que es un deseo generalizado en España y de muchos vascos- desmontar todo el entramado nacionalista tras treinta años de gobierno monocolor.

El ambiente de este fin de semana era muy distinto, más alegre y festivo. El sábado bares y cafeterías estaban a rebosar, como si todos quisiéramos olvidarnos de la crisis y los problemas políticos. En ellos todos éramos espectadores de los diversos partidos de fútbol, en los que parece jugarse el destino del país. Algunos proyectaban, en grandes pantallas, el enfrentamiento de los dos equipos madrileños; al lado, en pequeña pantalla, la confrontación del Barcelona y el Bilbao. De sus respectivas victorias o derrotas parece depender la suerte de muchos. La gente se reúne por capillas, en bares diferentes. pues hay hinchas de todos los equipos, aunque los mayoritarios sean los del Madrid y Barcelona; también los hay del Atlético y del Atletic, por no hablar de otros más minoritarios. Como ocurre con la militancia política, algunos no saben porque son de uno u otro equipo; en algún caso, la cosa viene de herencia.

A estas alturas de la película, me pasa lo que a Juvenal, que ya no sé discernir donde están los bienes auténticos. Probablemente no en la política, al menos no cuando ésta no es sino una sucesión de escándalos de corrupción o cuando los políticos, para ocultar éstos o las dificultades de los ciudadanos por la crisis, se lanzan a defender políticas indefendibles desde el punto de vista moral, como la ley del aborto que ha presentado el gobierno socialista. Dudo mucho, también, que esos bienes se reduzcan al panem et circenses, aunque comprendo la pasión por el fútbol. Sólo recuerdo que Gibbon, y antes Montesquieu, argumentaba que la decadencia del imperio romano fue consecuencia de la pérdida de las virtudes cívicas tradicionales, la corrupción y la renuncia a la libertad en favor de la tiranía. En esas estamos.

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