La vuelta de Almunia

TARDE o temprano todos vuelven la mirada hacia los clásicos. Y dentro del Partido Socialista Joaquín Almunia es un clásico. El comisario que en más de una ocasión, desde Bruselas, le ha sacado los colores al Gobierno por incumplir algunas de las servidumbres del pacto por la estabilidad podría ser el sustituto del actual ministro de Economía, Pedro Solbes, el hombre agotado y desbordado por la recesión. Podría ser el sustituto, pese a que Joaquí Almunia es un hombre serio y esa cualidad casa mal con el perfil de las gentes de las que gusta rodearse a Rodríguez Zapatero.

Volver al Gobierno -”en su día ya fue ministro, el más joven de la Historia de España, con Felipe González como presidente-” para hacerse cargo de la Vicepresidencia sería la culminación de una notable carrera política. Aunque para él sería también un regalo envenenado porque la crisis económica hace tiempo que arrambló con la erótica del poder, pero dada su personalidad -”es un político solvente, previsible y, por lo tanto, fiable-”, su nombramiento sería un acierto. Rodríguez Zapatero tiene poco margen de maniobra porque de otros candidatos -”Sebastián, Fernández Ordóñez, Vegara-” dicho está que forman parte del retablo de quienes se han mostrado impotentes ante la crisis.

A tenor de lo que se escucha estos días por Madrid, Joaquín Almunia sería la opción más solvente y, en consecuencia, la menos arriesgada en términos políticos. El problema de Zapatero es que proceder a la crisis de Gobierno se -”habla de que el momento pudiera ser la primera semana de abril-” supondría reconocer que la crisis económica que con tanto empeño negó le ha pasado una factura que no puede ocultar. Por eso el presidente se resiste a remodelar el Gabinete, por eso y porque ¡sólo hace un año que se celebraron elecciones Los dioses son pacientes, pero implacables a la hora de cobrar sus deudas a quienes pecan de suficiencia o arrogancia.