La primavera ha venido o está al llegar

LOS SIGNOS están claros y terminantes: Estamos venciendo a la crisis. Solamente falta que el Vaticano nos dé su santa bendición.

Cuando más hundidos nos creíamos en el pozo negro de las desdichas múltiples, van los veinte y se reunen para concebir un plan de siete puntos filipinos que nos den confianza.

Para empezar o para terminar, vaya usted a saber, a la Bella de Alcobendas, le conceden al fin el Oscar que perseguía y al cual se había hecho acreedora, por su belleza, por su talento y por su tesón. Y como se comprueba el que la sigue, la consigue.

El Oscar a la estupenda chica Penélope Cruz, que por algo tiene nombre clásico, ha sido distinguida con el Oscar a la acción teatral secundaria más sobresaliente.

Al mismo tiempo, el ministro de Cultura, hace parada y fonda en León, para establecer las líneas programáticas para poner en marcha el Centro de las Artes Escénicas y de las Músicas Históricas.

Y los leoneses reciben la embajada con admiración, respeto y entusiasmo, esperando confiadamente en el ministro, señor Molina, en que esperar de todos los seguros inconvenientes con los que habrá de enfrentarse el departamento de su digna dirección, conseguirá establecer los fundamentos de una de las iniciativas más fecundas de cuantas se suelen producir en estos territorios.

Esperamos y deseamos fervientemente que el éxito culmine tantos esfuerzos como se han producido hasta llegar a este momento verdaderamente histórico.

Solamente hace falta por parte de todos generosidad, imaginación y calidad.

Que ahora sí, lo demás se nos dará por añadidura.

Que no nos falle como en la acción del señor Bermejo, ministro de Justicia sacrificado por sus impulsos cazadores que al parecer le llevaron a formar pareja de peripecia con quien no debiera.

El señor Bermejo, que días antes había sido aplaudido como si fuera el «Juli» de la política, terminó depositando la cartera en manos del sucesor.

Y como contrapartida, el calendario, siempre cruel, nos informa que por estas fechas pero del año nefasto del 39, moría tristemente en Colliure nada menos ni nada más que Antonio Machado, aquel que se despidió llorando, siempre llorando:

Y cuando llegue el día del último viaje / y esté a punto de partir la nave que nunca he de tomar / me encontraréis a bordo, ligero de equipaje/ casi desnudo, como los hijos de la mar...

Y van apareciendo, mal que bien, algunos datos del Archivo de aquel Gobernador Falangista de León, Carlos Pinilla, en la que con tan determinada intención previa se confiesan y se confunden hechos que efectivamente constituyen la verdadera Memoria Histórica.

Quizá, como ese libro que anda buscando espacio para su verdad, titulado «Cuadernos de un golpe» que a lo mejor, quién sabe, todo puede suceder, un día se publica para general y veraz conocimiento de la verdad.