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LA ASPILLERA | VICENTE PUEYO

De Egeria a San Isidoro

Publicado por
VICENTE PUEYO
León

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EL ITINERARIO qu e ayer hizo parada y fonda en San Isidoro con la inauguración del Museo Bíblico y Oriental comenzó hace mucho tiempo y, lo más importante, es que no ha terminado sino que el antiguo camino se abre al futuro. Un mundo lleno de sugerentes símbolos, en el que gentes nacidas en León aparecen como los eslabones de una larga y fecunda cadena, acompaña este proyecto que parte de la generosidad de Juan J. Adriano van Dijk y en cuyo centro están la memoria y la palabra.

Que León disponga de esta institución, inaugurada ayer por la Reina, no es algo casual, sino el feliz desenlace de una suma de voluntades. Y ninguna meta mejor que la basílica isidoriana, cuyo titular, San Isidoro, es el autor de las Etimologías , la más completa enciclopedia de su tiempo; una especie de «google» medieval cuya influencia traspasó los siglos. Si Egeria, la monja -˜berciana-™ del siglo IV, viajó durante tres años por Palestina, Israel, Egipto y el norte de Irak protagonizando un tempranísimo y fascinante Itinerarium (un diario del que sólo se conoce un ejemplar incompleto en Italia), el obispo Isidoro de Sevilla jalonó con una sola palabra su objetivo vital: Etimología (etymos: verdadero; logos: palabra). El suyo fue un viaje al origen de las palabras; en el fondo un audaz viaje hacia la verdad. Nada, en suma, que haya perdido su vigencia y así lo demuestra esta iniciativa que su tesonero impulsor, Jesús García Recio, calificó como «una ventana hacia el Oriente».

Otros ilustres leoneses sumaron eslabones a la cadena que ha conducido hasta San Isidoro. Santo Martino realizó un viaje por Oriente que detalló en sus escritos y, al filo ya del año 1000, Jacinto, un presbítero de Santa María de Regla, hizo otro viaje las tierras del Próximo Oriente del que da cuenta el Códice 14 de la Catedral. En el siglo XVI el agustino Cipriano de la Huerga, nacido en Laguna de Negrillos, aparece como una figura clave en la historia del biblismo español. El leonés fundó en Alcalá el colegio trilingüe (hebreo, arameo, griego y latino) y fue maestro de los biblistas que compondrían la primera y famosa biblia políglota. Ya en el siglo XVIII el cardenal Lorenzana fue un gran impulsor de los estudios bíblicos y, llegando al XIX, Ramiro Fernández Valbuena, montañés de Huelde (pueblo desaparecido bajo el embalse de Riaño), recopiló en cuatro volúmenes todo cuando se había escrito en ese tiempo sobre Mesopotamia. Ahí estaba un leonés dando a luz a una obra fundamental para el estudio de la asiriología en España. Otro riañés, Manuel Díez, experto en lenguas semíticas, forma parte también, junto a otros que sin duda también merecerían citarse, de esa larga y fecunda cadena de gentes dedicadas al estudio de lo que sí puede denominarse, sin ambigüedades, nuestra más preciada «memoria histórica».

En estos días, en los que las palabras sagradas son dinero y poder, constituye un soplo de aire fresco un proyecto como éste que nos reconcilia con la mejor tradición cultural y espiritual de Europa (palabra que etimológicamente significa «abierta de mente»). Ojalá este museo se consolide como un eslabón fundamental de la cadena del conocimiento y atraiga a quienes quieran transitar por ese camino de las primeras, y limpias, palabras.