HISTORIAS DEL REINO | MARGARITA TORRES
Águila samurai
FUE real en tiempos de la primera monarquía navarra, imperial con los católicos Isabel y Fernando y allende su descendencia; también africana, la más feroz de todas, incluso marcial cual el torero y estepeña como los polvorones, amén de negra en algunas marcas de cerveza de andar por casa. Faltaba que fuera roja. Ahora ya lo es, por obra y gracia del guerrero metido a ninja que salta de balcón de marquesa a corral de lechugas bien plantadas sin despeinarse el flequillo o ensuciarse la pulcra camisa. Muchos españoles siguen la serie de televisión, algunos admirados del héroe con catana en la España de los Austrias -todo un logro de imaginación que desborda lo racional e histórico-, otros horrorizados por aquello de si falta o sobra un coprolito picudo en el lugar adecuado de la vía, o si la calle iba empedrada o preñada de canto rodado, amén del traje de la señora baronesa-¦ ¡Qué espanto!
Para la inmensa mayoría se trata de puro espectáculo nocturno que engancha a una audiencia millonaria. Su argumento se asemeja a otro de procedencia mexicana, nacido allá por la década de los años cincuenta del pasado siglo, que narra en imágenes cómo un hombre sencillo se convierte en el Águila Negra, famoso bandido que ayuda a los pobres y menesterosos y zurra la badana a los prepotentes miserables que ostentan el poder. El camino hasta convertirse en desfacedor de entuertos se inicia con el asesinato de sus hermanos y de su casi suegro. Después de hora y pico de metraje uno descubre que el malo malísimo es el cacique del pueblo, como es lógico por otra parte.
Sin abandonar Mexico pero ya en serio, la Gran Legión del Águila Negra fue una logia masónica surgida de la mano del general Guadalupe Victoria, primer presidente de esta nación hermana, para ayudar a los cubanos a convertirse en un reducto de libertad. Todo un símbolo, el pájaro, que representa a los oprimidos en lucha contra los opresores. En los tiempos que corren, la España actual reclama a gritos por el retorno del bicho, ya negro, bermejo, rojigüaldo o al pil-pil, pues comienzan a frecuentar el negro sobre blanco nuevas del jaez de las siguientes: detenidos en Zamora por robar varios chorizos y tres jamones, enchironado por un año un famélico acusado de mangar una barra de pan, perseguidos los viejos que escarban entre la basura de los supermercados madrileños. Mientras, altos cargos de ayer y de hoy lucen coches, casas o yates, o disminuyen la población de fauna ibérica con cuernos por deporte, quizás en un intento de acabar con la imagen del padre, mientras hay gente que pasa hambre por necesidad, o que nutre los comedores de Cáritas.
Ciertamente necesitamos en esta vieja Europa que vuelva el Zorro, el Jabato, el Guerrero del Antifaz, Asterix y Obelix o el Águila Samurái, visto el desamparo de los más menesterosos. De no aparecer, cada vez parece más cercano el vuelo de otro pajarraco que ya campó a sus anchas por la Europa de los años treinta y cuarenta. Y ése no entiende de bromas, ojo al planeo.