Diario de León

EL BAILE DEL AHORCADO | CRISTINA FANJUL

El cura de Aleje

León

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AL DÍA siguiente de la masacre en un instituto de Alemania, buscamos razones a la sinrazón. Son recurrentes: una adolescencia educada sin referencias de autoridad, la violencia que se transmite en lo audiovisual hasta impregnar lo social, la facilidad para acceder a las armas en algunos países, la pérdida de valores en las nuevas generaciones. En una tertulia de radio he oído la aportación de Joaquín Estefanía: es la maldad, no le demos más vueltas. Deslumbrante.

La maldad lo explica todo: la pervivencia de la violencia a través de los siglos, su extensión universal, su capacidad de encarnarse en todas las clases sociales, en todas las edades, en todos los credos... Por eso la Historia está preñada de masacres realizadas en nombre de un bien supremo, por eso su combate se enfrenta a sucesivos procesos de éxito y frustración. Ninguna medida punitiva, por extrema que sea, se ha demostrado capaz de erradicar la violencia en todas sus formas.

Tampoco la educación lo garantiza. Sólo así se explica que en los dos últimos años se hayan producido dos matanzas estremecedoras en sendos institutos de Finlandia, país que año tras año encabeza el informe Pisa dando buenas muestras de la excelencia de su sistema educativo. También Alemania sitúa sus escuelas en el privilegiado pelotón que encabeza el ranking educativo mundial, sin que eso haya servido para evitar que un chaval de 17 años, Tim Kretschmer, decidiera acabar con la vida de 15 compañeros y profesores de su antiguo colegio antes de suicidarse. Salvo que un día la ciencia identifique el gen que proporcione una explicación física al mal y sea capaz de mutarlo, me temo que cada cierto tiempo nos enfrentaremos a sucesos tan estremecedores como el de Alemania. Hagamos lo que hagamos.

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