Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER | VICTORIANO CRÉMER

¿Estamos ya en las diez de últimas?

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VICTORIANO CRÉMER
León

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LA RECESIÓN ha llegado según se había anunciado. Y aquí estamos los míseros y confiados, tirando de la cadena.

Estamos ya en las diez de últimas y seguimos como si nos hubieran anunciado la llegada de los Reyes Magos: que mientras nos miramos el ombligo, se cierran industrias y el comercio ya no sabe qué hacer ni con los productos ni con los precios. Por lo que a León afecta, no nos falta más que aceptar la llegada de inmigrantes en patera o en cayuco y no saber qué hacer con los emigrantes negros, cobrizos, amarillos y todos los colores del arco iris, que por cierto ya está en las diez penúltimas. Para soslayar esta amenaza se inventan los magos del Gobierno manipulaciones grotescas y penosas, por lo que tienen de falsas: «La pregunta que el ciudadano está obligado a tener para que responda con su mejor retórica el primero de la clase». Y la respuesta, no puede ser más aleatoria, porque viene a ser siempre la misma, se le pregunta al interpelado por lo que se le pregunte:

«Estamos en crisis y esto obliga a una labor de recuperación fuerte y fecunda; no se olvide que los españoles somos los más y los mejores y que mientras que en Lampedusa se hacinan los inmigrantes negros y cabreados, en España, todavía, y mientras alienten nuestros hijos, continuará manteniéndose fe en la esperanza la caridad y el capítulo de deudas, que ya ni hay por dónde cogerle, ni hay quien lo admita.

Cada ciudadano está condenado a vivir con sus trampas puestas y se anuncia, para vigorizar nuestra confianza, que lo que se anuncia es peor y que la crisis alcanzará crestas inalcanzables.

Y entonces llegará el momento dramático en el que todos, los unos y los otros, (aunque será peor lo de los unos que lo de los otros) del rechinar de dientes y buscar entre la multitud al verdadero culpable del desastre.

Porque a lo que estamos abocados es a uno de los desastres bíblicos que borrará de los pueblos hasta la memoria histórica.

Para que este peligro anunciado fuera al menos contenido se necesitaría que la credulidad, la inocencia y la obediencia no siguiera manteniendo en funcionamiento la fe de los temerosos, de los inasequibles al desaliento y comenzáramos a demandar la verdad, solamente la verdad y nada más que la verdad, en lugar de ofrecer a una ciudadanía ya en la agonía, una muerte súbita.

Estamos obligados en este momento crucial de la vida de la nación a descartar de nuestro vocabulario aquellas frases, aquellas palabras mediante las cuales pretendemos sostenernos en pie... Pues no, señoras y señores, inmigrantes y peregrinos: Así no se vive. Así se va muriendo uno hasta la consumación.

Menos discursos tópicos y más pan blanco, que se decía cuando en España todavía se vislumbraba una señal de reforma, de cambio, de enmienda. Mientras esto no se de no nos queda sino morir con las deudas puestas. ¡Qué en lo que estamos!

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