EL RINCÓN | MANUEL ALCÁNTARA
Los más recientes
NO HA HABIDO una sola época en la que las personas mayores no se hayan quejado del comportamiento de los jóvenes. Eso de «hay que ver cómo son los niños de ahora» ha sido siempre la reflexión más antigua entre los más viejos de la localidad, aunque todavía no se les llamara «carrozas», ni «retablos», sino «senior». Quizá la variante más notoria que aporte el tiempo actual sea la precocidad: ahora los jóvenes son más jóvenes y los adolescentes, palabra que viene del latín «crecer», crecen más deprisa. Los sociólogos buscan explicaciones ya que esa es su obligación. Que las encontraran sería pedirles demasiado. ¿Por qué los menores cada vez cometen delitos más graves? El atroz asesinato de Marta del Castillo ha removido nuestra conciencia colectiva después de remover el Guadalquivir. Ahora hay máquinas excavadoras en el vertedero de Alcalá de Guadaira, pero habría que inspeccionar otra clase de vertederos.
Hay muchachos que en los colegios se dedican a humillar y a pegar a los compañeros más débiles. Otros se entretienen quemando mendigos en la calle. Los datos son los datos y la estadística demuestra el aumento de asesinatos, violaciones y homicidios cometidos por los miembros más recientes de la peligrosa tribu a la que pertenecemos. Un balance que nos hace sentir lo que Valle Inclán llama «vergüenza biológica».
La agresión a los profesores, en vista de su frecuencia, ha sido catalogada como delito. Acabarán dando sus clases con casco, bajo el lema de «Enseñe, pero seguro». La verdad es que se la juegan. Y los que están en edad de jugar juegan a imitar la conducta de los peores adultos a su alcance. Esto sin hablar de robos. Ya se sabe, los niños lo que ven. Y lo que quieren mirar.