Riña de sabios

LOS PREMIOS Nobel de Economía discrepan rotundamente sobre la estrategia a seguir para derrotar a la crisis. Seguramente todos tienen razón, pero habrá que esperar a que a alguno se la dé el tiempo. Ya se sabe que con la razón no se va a ninguna parte, estando vivo. Lo curioso son los modales. Se podía esperar que entre las personas más evolucionadas de la tribu humana, por muy opuestas que sean sus teorías económicas, imperara cierta cortesía. Pero no. Puestos a llevarse la contraria, por muy premios Nobel que sean, les sale el invulnerable «mono desnudo».

No sé quien advirtió que en nuestra época la cólera se había refugiado en las revistas de arqueología. Por desgracia, no soy un asiduo lector de ese tipo de publicaciones, pero al parecer hay expertos en fósiles que se cagan en el padre de otros expertos cuando discrepan sobre la antigüedad de una piececita, sin duda valiosísima. Total, cuestión de dos siglos arriba o abajo. Ahora los dos premios Nobel considerados como los más influyentes en la cenagosa charca económica, Paul Krugman y Joseph Stiglitz, han arremetido contra el -˜plan Geithner-™. En su docta opinión es una birria y «un robo al pueblo estadounidense» y no va a funcionar. Por el contrario, otro de los galardonados, Michael Spencer, dice que tiene grandes posibilidades de éxito.

Cuando no se sabe a qué carta quedarse lo mejor es no abrir la correspondencia. Los genios de la economía siempre llaman dos veces, pero corren el riesgo de que no les abra nadie la puerta, ya que quienes vivían allí han muerto de inanición mientras esperaban la receta mágica que les liberara de la crisis de un momento a otro. Algún día se sabrá qué sabio estaba en la pista y quiénes se limitaron a patinar.