Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER | VICTORIANO CRÉMER

Universitas municipal

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VICTORIANO CRÉMER
León

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ANDABA el que suscribe precisamente por territorios universitarios de León cuando me fue informado que nada menos que el señor alcalde de la Ciudad o sea, don Francisco Fernández se había desplazado nada menos que hasta un lugar privilegiado de los Estados Unidos, en visita también universitaria.

Al parecer, mientras que mi paso por la universidad de León se debía a una invitación personal y por esta circunstancia feliz, al contacto y adoctrinamiento de quien no fue capaz de alcanzar los bancos intelectuales de tan altos centros de conocimiento, la presencia en los territorios universitarios de la América norteña tenía por objeto establecer relaciones entre los dos Centros, invitando por nuestra parte a establecer en aulas leonesas, sucursales para establecimiento de becarios, con vistas al establecimiento de un entendimiento y una provechosa estancia en León para conocimiento de estudiosos extranjeros en parte del Palacio de los Condes de Luna, todavía en estado de buena esperanza, como ante un parto.

Y en tanto que el señor alcalde y tres de su acompañamiento giraban su visita y celebraban su invitación, a mí se me antojaba que la Universidad de León, en suma mi universidad, pese a su extensión y ambición no acababa de entender la finalidad que le está asignada.

Si la Universidad de una provinciuca pequeña pero ambiciosa como León es la de ejercer una verdadera misión o si se quiere una forma de influencia intelectual que permita su acción en la Sociedad de la que debe ser centro neurálgico y decisivo de conocimientos y de conformación social; si el centro universitario por antonomasia debe entenderse no como un almacén de muchachos para activar su conocimiento, no se explica por ejemplo, es un decir, que en situaciones tan díficiles como las que gravitan sobre la sociedad leonesa, no obtengan de su Universidad la correspondiente y debida atención.

La Universidad de León, extrañamente, parece no importarle lo que está cayendo y se resiste a utilizar su paraguas intelectual y social para amparar del chaparrón a la sociedad de la cula es o debiera ser motor.

Que cuando las gentes corrientes y molientes, además de dolientes, se manifiesten por la calle, que los periódicos cubran sus páginas con lamentos y expresiones de crítica ácida, y que el proyecto social que debe ser aplicado con serenidad, severidad y conocimiento no obtenga de la Universidad, de su Universidad, el obligado favor y apoyo, es cuando menos extraño, por excusarnos calificativos severos. En León, cuando la Universidad todavía no era sino un sueño o una pesadilla, los profesores veterinarios y los maestros públicos, comprobaban la pesadumbre o la injusticia producida por algún error oficial y se producía una manifestación, al frente de la misma siempre aparecía una digna y apretada colaboración doctoral y estudiantil.

¿Qué sucede ahora con nuestra intelectualidad provincial? ¿A qué se atiene? ¿Qué reservas mentales son las que impiden su palabra, su lección, su cooperación? ¿Moriremos todos con los intereses vulnerados?

Voces de muerte suenan cerca de los ríos tutelares, sin que a la Universidad se le mueva el alma. ¿Será la nuestra una Universidad des-almada? ¡Ay de nosotros!... por el laberinto de la matriarca universitaria y el señor alcalde por las Américas, arreglando por ejemplo, el problema de las aguas...

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