LA VELETA | CHARO ZARZALEJOS
Entre rosas y espinas
RAJOY salió satisfecho del programa «Tengo una pregunta para usted». Respondió a muchas preguntas y en su entorno más próximo le vieron seguro, cercano y claro. Detectaron , y eso ha provocado especial satisfacción, que entre el público no había un ambiente de hostilidad, que ya no era impensable que llegue a ser el próximo Presidente de Gobierno. Satisfacción le han dado los resultados de Galicia y viajar ayer mismo al País Vasco en donde hoy será designada presidenta de la Cámara de Vitoria la popular Arantxa Quiroga. Ella va a ser la primera foto del cambio en la política vasca y con razón Rajoy se siente satisfecho.
Pero para este hombre no hay tres días seguidos de tranquilidad. Primero, el supuesto espionaje, luego los trajes de Camps y ahora mismo la posible imputación del tesorero del PP Luis Barcenas y del eurodiputado Guillermo Galeote. Realmente es difícil poner la raya de cuando hay que echar a alguien y cuando no sin caer en la posible injusticia, en la precipitación. Es difícil y Rajoy se resiste a juzgar a los todavía no juzgados. Sin embargo el PP no puede acudir a más fotos de familia, ni reiterar sus críticas al juez Garzón que ya ha salido de la escena. Por ello, en este partido comienzan a notarse ligeros enfados, no tanto con Rajoy como con Barcenas y Galeote. Creen, los más próximos a Rajoy, que precisamente estas dos personas deberían corresponder «a la buena fe» del líder del partido «siendo ellos los que presen taran la dimisión». Se escucha en Génova que «deberían comprender que el partido está sometido a tensiones que no se merece porque no hay un euro de financiación ilegal y optar por dejar sus puestos de manera provisional y ayudar a que el foco no esté sobre nuestras siglas».
Para colmo, el consejero de Justicia de Madrid come con el presidente del TSJ de la Comunidad Autónoma, el mismo que tiene que entender del asunto de los aforados del PP. Es verdad que entre ambos las reuniones son obligadas, pero no deja de ser un disparate el almuerzo en cuestión cuando esta en pleno apogeo el caso Gurtel. Rajoy dice de sí mismo que no le gusta ser inquisidor y eso le honra, pero en política hay que retorcerse las tripas y entender que si uno es capaz de aguantar todos los temporales que le vengan encima, no todos deben tener el mismo aguante. Quienes le conocen bien aseguran que Rajoy esperaba que tanto Bárcenas como Galeote le hubieran puesto sus cargos a disposición. De momento no ha ocurrido y si Rajoy no les ha cesado ya es que no lo va a hacer pero en el PP, como dicen los del País Vasco, cada vez son más los que dicen «no nos merecemos esto». Y Rajoy debería escucharles y aunque fuera tarde, puesto que los afectados no son generosos con su propio partido, él, Rajoy debe rectificar; es decir, cesarles «preventivamente».