Más presuntos

HUBO un tiempo, ya perdido en la noche de los tiempos, en el que se pretendió que los españoles fuésemos «mitad monjes, mitad soldados». Dos vocaciones arduas. Ahora, sesenta y tantos años después, más la prórroga, la división más palpable es entre presuntos y golfos reconocidos. El número de los que componen el primer grupo, que son los responsables de la actual descomposición, crece cada día. Según el juez Garzón, que es juez hasta dejárselo de sobra, el tesorero del PP, Luis Bárcenas, y el eurodiputado del mismo partido, Gerardo Galeote, fueron sobornados por la organización que lidera Francisco Correa. Total, un par de millones de euros, aparte de regalos para evitarles que fueran a pie a recogerlos: dos Land Rover y un Mercedes.

Hay que seguir llamándoles presuntos, si no queremos buscarnos un lío, hasta que los tribunales fallen. Fallan mucho los tribunales. Se llama presunto a alguien que se sospecha que es verdadero, en tanto que no exista prueba. Hay ladrones -”de esos que ejercen en la calle, no en los despachos-” que ponen una navaja en el costado de los transeúntes al mismo tiempo que les dicen, con no muy buenos modales:

-¡Esto es un presunto atraco!

Parece que hay más entidades bancarias y más cajas de ahorro susceptibles de intervenciones del Banco de España. También son presuntas, aunque nunca haya que descartar la presunción de inocencia. Fernández Ordóñez nos ha avisado lealmente de que hay que prepararse para acudir en su rescate en caso de que la crisis se alargue. España ahora se divide entre parados y activos. Por desgracia muchos de los últimos son tóxicos.