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EN EL FILO | FÉLIX MADERO

Tres minutos con Obama

Publicado por
FÉLIX MADERO
León

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IGNORO las razones por las que se ha instalado entre nosotros un tipo de periodismo faltón y sectario que tiende a destrozar lo que ignora, por un lado, y lo que no le conviene, por otro. Este periodismo crápula es, en contra de lo que proclama, el menos patriótico de los posibles. Siempre que alguien nombra a la patria hay que tocarse la cartera; permítanme que lo haga ahora que el presidente Rodríguez Zapatero está en Londres.

En circunstancias normales, que el presidente de España esté con Barack Obama, Brown, Merkel y Sarkozy debería hacernos pensar que algo, quizá no mucho, contamos en eso que llaman el concierto de las naciones. Pero no. Leo que hay quien con entusiasmo destaca su papel mediador entre partes enfrentadas. Y leo también que le llaman «okupa del G-20». ¿Qué nos pasa? ¿Cómo llegamos con tanto entusiasmo a no reconocernos en aquél que, querámoslo o no, nos representa?

No es fácil defender al presidente. Lo que dic e y hace, sus silencios tan sospechosos como elocuentes, y su sonrisa afectada invitan poco a la comprensión. Pero ahí está, en Londres. Se llama Rodríguez, como tantos de nosotros. Algo hay que no hemos digerido bien los españoles que hace que sintamos placer cada vez que nos pegamos un tiro en nuestra bota. Otra cosa es lo que llega a los medios; lo que sus ayudas dicen que dijo. Aquí está el problema.

Si el encuentro con Obama en Buckingham Palace duró tres minutos es imposible que pudieran hablar de España, la crisis, la Otan y de sus aficiones deportivas. Es la desmesura la que hace poco fiables a los presidentes de España cuando viajan al extranjero. Tres minutos Obama/Zapatero y con intérprete no dan para esto, ¡por favor! Nada más llegar al Gobierno, José María Aznar estuvo tres minutos en Downing Street con Tony Blair, y sus edecanes dijeron que habían sido 15. Luego supimos que Aznar pidió ir al excusado, y que eso hizo que alguien pudiera hablar de un encuentro distinto.

Sea o no verdad el sucedido -”quien me lo cuenta, pone la mano en el fuego-”, algo nos pasa con nuestros presidentes. Y algo les pasa a ellos, claro. Al que está y al que pretende llegar a La Moncloa, que ya debería estar estudiando inglés. No hay peor imagen que la de un presidente sonriendo, con las manos en los bolsillos, perdido entre líderes mundiales y con la boca cerrada. Eso, si son tres minutos, parecen tres horas.