Diario de León

EL AULLIDO | LUIS ARTIGUE

Rajoy en concejo abierto televisado

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LUIS ARTIGUE
León

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ELIGIÓ PARA salir por la tele un traje uniformemente gris a juego con una corbata trufada de rayas grises y un tono de voz gris combinado con su barba gris y su anodino peinado clásico sobre miles de ideas grises que hacían patinaje en fila india por su córtex cerebral.

Estuvo templado y derecho. Muy derecho. Mucho derecho. Evitó el guiño involuntario de sus ojos y sobretodo la distancia, la distancia, la -”por decirlo con una cita del añorado maestro de columnistas Eduardo Haro Teglen-” lejanía interpersonal que aporta esa suficiencia moral que da ser de derechas.

Pero lo que está de moda ahora es el centro. En efecto una vez más se esforzó por situarse en el centro, pero el centro es lo esperado, la grisura, lo anodino, lo de siempre casi nunca-¦ El centro es el aburrimiento padre.

Así, mediante esa experiencia platónica que supone ir al plató -por decirlo con Álvaro Pombo- escenificó este hombre inteligente, ponderado, gallego, barbudo y con algo de bizco la discrepancia como si todo debate fuera el mismo repetido. Dijo exactamente lo que se esperaba, lo suyo, para que acabáramos concluyendo que sin sobresaltos, sin sorpresas, la vida es de color gris.

Pero al menos, entre tanta previsibilidad, la puesta en escena nos mostró un subliminal mensaje renovado: el tono gris de la indumentaria y de todo -”por supuesto-” parecía haber sido escogido por los asesores de Rajoy, los cuales, resignados, también prefieren a Alberto Ruiz Gallardón. ¡Bien se nota! Ya lo decía en leonés mi sabia abuela Margarita: «eso ye tan obviu que da cosa comentalo».

Sin embargo, de esa suerte de concejo abierto televisado en el que participó Rajoy -”como antes lo hicieran Zapatero y otros-”nos quedamos con el formato porque es un modo real, apoteósico, de convertir a la gente de la calle en periodistas por un día, en parlamentarios por un día, y qué más queremos todos que vivir otra vida de vez en cuando: por ese afán humano de vivir otras vidas existe la ficción. Y la televisión.

La política, más que gestión y gesto -como la define en sus columnas Eduardo Aguirre con su acostumbrada finura de matices- es una sobredosis de ficción.

Y si no pasen y vean: llega Rajoy a la tele tan sereno como si nunca hubiera tomado parte en un mitin, actor del método, mirada empañada por los datos, exacta gestualidad ensayada, y uno repara en como el márketing ha igualado de forma apabullante a los vendedores y la los políticos. ¿Maquiavelo fue el primer experto en márketing político? La mercadotecnia, haya crisis o no, ha venido para quedarse.

¿Avanzamos hacia atrás? Hubo un tiempo en el que los líderes conservadores, para seducir masivamente, recurrían al discurso arrollador intentando así contrarrestar la apelación al carisma de sus oponentes de izquierda, y eso les otorgaba un algo mesiánico.

Pero nada más opuesto a un mesías que el Rajoy televisado con su corbata gris a rayas como una apología del Nodo y la tele en blanco y negro; gris como todo lo pasado que sin serlo, siempre parece mejor.

Aunque bueno, vale, debo de estar equivocado. Lo digo porque un amigo que acaba de leer cuanto llevo escrito de este artículo me dice que esto es sólo mi opinión, que Rajoy estuvo bien, que esta vez no fue tan gris, que todo es del color del cristal con que se mira-¦ Tengo que ir al oculista a encargar unas gafas más alegres.

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