Zorras y cerdos

UNA VEZ más los falsos progresistas os quitáis la careta. Y es que lo que más os gustaría a vosotros, hipócritas detractores del sexo impuro (sólo sigo vuestro razonamiento talibán), es que todas fuéramos como la tía Tula. Puede que el escritor vasco os resulte demasiado facha pero es que no he encontrado un ejemplo mejor para tratar de entender el concepto de mujer que tenéis entre las piernas. Hace algunos días os enfrentábais intelectualmente a Esperanza Aguirre. Entre los argumentos con los que demostrasteis vuestra disensión con ella saltó el calificativo zorra (también me pareció escuchar facha, pero en vuestras cabezas estalinistas es un halago, ya sabéis, a tal señor, tal honor). El caso es que parece ser que los grandes defensores de la subvención teatral sólo encuentran en sus lúcidas cabezas la ofensa más rancia y absurda de cuantas pueblan el adjetivario hispano para meterse con la presidenta de la Comunidad de Madrid. Zorra. Los que gritaron zorra en alto fueron muchos, pero los que sonrieron como menesterosos emocionales y hemipléjicos intelectuales son legión. Los mismos que cada día dan homilías pasadas de siglo acerca del papel de la mujer en la sociedad, los mismos que defienden el uso incorrecto y cursi del lenguaje o quienes siguen rezando lo de «nosotras parimos-¦». A vosotras, falsas progresistas, todavía no os he escuchado protestar. Sé que no lo haré. La decencia no está entre las características de las feminazis. Además, aburrís con esas letanías decimonónicas, en las que sólo falta propiciar una hoguera de wonderbras. Creéis que Esperanza es Circe, pero sois vosotros los que os transformáis en cerdos.