CRÉMER CONTRA CRÉMER | VICTORIANO CRÉMER
Tiempo de pasión
LA DOTACIÓN de miembros de cofradías procesionales, supera en León las veinte mil: mujeres, varones, niños. El mundo pasional de la Semana Santa, con todas sus limitaciones y recortes, sigue poderoso practicando actos que nos han sido legados desde hace centenares de años. La Semana Santa Leonesa ha pasado, como supongo, en todos los pueblos de España por variaciones intensas y sentimientos que en ocasiones desbordan el continente. La Semana Santa tradicional constituía en la Ciudad del Cristo capuchino un motivo verdaderamente entrañable de emoción sacra y humana. De los pueblos más tradicionales de la provincia se dejaban caer los seguidores del Nazareno y gentes de la tierra seguían en silencio el paso lento de los rezadores.
Porque entonces las procesiones movían el sentimiento religioso de los oficiantes. Y salvo en momentos de extravagancia o de altanería laica rara vez se producía algún hecho que quebrantara las reglas establecidas.
Al frente de la procesión de Los Pasos, después del sermón de las Siete Palabras, en Santa Nonia, a cargo del magistral de la Catedral, el dueto musical que servía para marcar el ritmo del desfile se acaudillaba con el Tocalafalda de redoblante o campanillero y así hasta el descanso ante el convento de las Descalzas no se alteraba la norma.
Hubo un tiempo en el cual la invasión de los escribas y fariseos dieron lugar a la alteración del acto sacro y una cantaora de ocasión pretendió imponer la Saeta como oración obligada, sin lograrlo, aunque la letra fuera lo bastante emotiva como para mover los corazones .
Aixa, la Ebrea, trabajaba en el Café de la calle de la Paloma, como ilustración modernista, pero el clero se insubordinó y desde entonces comenzó a quebrarse la severidad del ceremonial.
Comenzaron a disculpar ausencias las autoridades eclesiásticas y seglares y se acabó por aceptar y por imponer las reglas laicas pero no menos fervorosas que las Cofradías supieron imponer.
Y surgieron los santeros y los escultores, con el Víctor de los Ríos, al frente con el grandioso montaje escultórico de la Última Cena.
Se impuso la santa rivalidad de las Cofradías a las cuales impuso su ley y su estilo la mujer.
Y salvo en lo que concernía con el dogma, con el estilo tradicional y con los fervores heredados, todo siguió igual... Dolor del pueblo andaluz / que todas las primaveras / anda buscando escaleras / para subir a la cruz...
A la Semana Santa leonesa quizá le falte imaginación para imponer nuevas fórmulas de expresión y evitar el ranciamiento de la ceremonia. Algo tal vez como una verdadera estación pasional lírica para recitar por las calles: Con sus lindos rosetones / más rojos que la sangría / del costado redentor / alumbras en los balcones / al Cristo de la agonía / que para en las personas al redoble del tambor