TRIBUNA | LEOPOLDO RIEGA DÍEZ
El Papa y los obispos
La moral que rige cada conducta es individual pero tiene en muchos casos consecuencias sociales y el Estado debe fomentar las normas morales favorables al bien común
EN LAS PÁGINAS 4 y 5 del Diario de León de 20 y 21 de marzo, respectivamente, leo En el filo, de Carlos Carnicero ( La Iglesia y su parroquia ) que el Papa ha ido a África para «predicar lo imposible... no se pueden utilizar anticonceptivos: no hay otra solución para controlar el sida y la procreación no deseada que la castidad». La verdad es que no me parece un mal resumen de las noticias que estos días han aparecido en la mayor parte de los medios sobre el viaje papal. Lo demás, si ha existido, es un apagón informativo (por casualidad).
Y en Canto rodado , de Ana Gaitero ( Linces ) del día siguiente leo que «los linces encabezan una campaña feroz, con grandes dosis de agresividad para acoquinar... en un asunto que corresponde al poder legislativo... la campaña indecente de la jerarquía católica». No parece que Ana simpatice mucho con los obispos. Pero vayamos por partes en estos dos asuntos tan diferentes aunque estén relacionados:
1. Es verdad que el Papa, entre lo mucho que ha hablado y denunciado en estos días, ha dicho que el preservativo no es «la solución, la panacea en el problema del sida», que es necesario cultivar los valores del «alma africana» para que desde ellos crezcan en la responsabilidad ante los peligros, desde la alegría que les caracteriza, en especial a los creyentes.
2. Acusar de estar fuera de la realidad a una institución como la Iglesia Católica que atiende al 40% de los enfermos de sida en África parece un tanto pretencioso: el sembrar los poblados de condones desde avionetas o helicópteros ¿es estar más cerca de sus problemas?
3. El abc de sus iniciales inglesas (abstinencia-fidelidad-condón) que tan buenos resultados ha dado en los países que lo han aplicado ¿no sería una alternativa a ese hombre que se nos pinta como máquina de unión sexual como si el acoplamiento fuera tan fijo y sencillo como el que el fontanero hace de macho y hembra con la estopa o teflón que garantice que no se escape ni gota?.
4. De todos modos, que yo sepa, no tiene ningún dogma sobre uso de sistemas propiamente anticonceptivos la Iglesia Católica: no veo por qué ningún católico deba tener problemas de conciencia por no coincidir en estos temas con su Obispo.
5. Sobre «el gasto económico de la indecente campaña de la jerarquía católica que vive principalmente de los fondos públicos: Un Estado que la financia en virtud de unos pactos de privilegio». Aunque la Iglesia no vive principalmente de fondos públicos, tampoco es el Estado el que la financia sino los contribuyentes que libremente lo escogen. El Estado es el mediador de esa financiación. ¿Acaso el Gobierno cuando organizó el modo de mediar en esa financiación quería comprar el silencio de la Iglesia? No sería muy democrático.
6. Indecente por lo que sus imágenes y mensajes grandilocuentes guardan de «publicidad engañosa». En el tiempo que duró la última invitación gubernamental a usar el condón, esto sí con el 100% de financiación pública, sentí repetidas veces frustración por no haberme especializado en leyes ni en psicosociología de la publicidad. Para mí está muy claro que la alegre invitación a usar el condón, sin hacer ninguna alusión positiva a la posibilidad de la abstinencia o en su caso a la fidelidad, es una «publicidad engañosa» de toda promiscuidad sexual con tal de usar el condón.
Pero mis limitaciones no me permitían una buena formalización de esa denuncia.
7. «El afán de controlar el cuerpo de las mujeres en la tradición católica. Las mujeres, cuya igualdad de derechos con los hombres ya es incuestionable en el siglo XXI ...» Esa igualdad es incuestionable en el siglo XXI en los países democráticos que coinciden ¿por casualidad? con países de tradición judeo-cristiana.
8. El sí a la vida del ser humano desde el momento de la concepción es una afirmación constante de la Iglesia. «Exponer su opinión es libre. Intentar su cumplimiento influyendo en el código penal, un atrevimiento de otros tiempos (Carlos)». «Un asunto que corresponde al poder legislativo. A Zapatero no le debe extrañar que la jerarquía trate de paralizar la ley sobre el aborto. (Ana)». Así como el uso o no de métodos anticonceptivos no es ningún dogma, la dignidad absoluta del individuo humano por sí mismo, independientemente de las facultades que en cada momento pueda tener en ejercicio, es algo esencial al concepto cristiano del hombre. Por tanto, siendo claro hoy científicamente que desde la concepción el individuo humano adquiere un código genético único y diferente del de la madre, es obligado que la Iglesia defienda la vida de ese individuo humano con todos los medios lícitos a su alcance, aún a riesgo de no ser comprendida y exponerse a las posibles represalias más o menos patentes que puedan sucederse por parte del gobierno de turno, de sus filias o de sus fobias.
9. «El problema radica en que ninguna de las conductas que combate la Iglesia de Roma pueden ser obligatorias para los no católicos: las leyes las hacen posibles pero no son imperativas.» «No es la sociedad la que tiene un problema porque la moral que debe regir cada conducta es individual». El problema es que las leyes hagan posible la muerte de un ser humano inocente sólo porque depende aún de su madre; y el problema es también que las leyes tienen un valor pedagógico: si la ley lo permite es porque es bueno, por tanto avancemos en la eliminación de todos los seres humanos dependientes de otros siempre que éstos los consideren una molestia.
10. «Y la modernización, su esencia, fue la desaparición del control de la sociedad por parte de la Iglesia de Roma». La pérdida del control por parte de la Iglesia fue quizás el aspecto más llamativo y visible de la modernidad, pero su esencia es que las sociedades modernas hayan desarrollado, a pesar de tropiezos y errores, la dignidad del ser humano, el humanismo que aún pervive a pesar de todo en el mundo democrático y que latía desde antiguo en el culto de la persona humana propio del cristianismo. Eso sí, la sociedad de hoy, como buen Edipo trata de certificar la muerte de su padre.