CON VIENTO FRESCO | JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
El nuevo ministro de Fomento
EL MAESTRO Martín Ferrand, con magnanimidad, repite con frecuencia que las dos grandes contribuciones de Rodríguez Zapatero a la política española han sido el espíritu confederal -no me lo creo- y el rencor histórico: estoy de acuerdo. Algunos amigos, que antaño militaron en el PSOE, creen, más bien, que José Luis carece de la menor idea política y que su única obsesión en todos estos años ha sido cómo lograr el poder y cómo mantenerse en él, caiga quien caiga. Como yo nunca he militado en ese partido carezco de autoridad para contradecirles. Creo que el presidente tiene otro mérito -no el de dejar a sus amigos o colaboradores innecesarios tirados al borde del camino- sino el los cambios de gobierno sin ruido. Sin ruido y sin pasiones porque los nuevos ministros no suscitan el menor interés público, ni siquiera a una buena parte del electorado socialista.
Miento. En nuestra tierra ha levantado oleadas de optimismo el nuevo ministro de Fomento, don José Blanco, quizá porque al ser de Lugo nos toca un poco a todos los leoneses y bercianos. Aquí no se ha hablado para nada de si el nuevo gobierno es aún más sectario que el anterior, si es más de lo mismo y con pocos ingredientes para sacar al país de la grave crisis económica y de confianza que padecemos. Nombrar a Chaves es por estas tierras como oír llover; poner como ministra de economía a la orensana Elena Salgado, pese a ser también vecina, no suscita mucho entusiasmo en la opinión pública de nuestra tierra. Qué voy a decir del resto, incluidos ministros y ministras como Moratinos, Aído o Corredor. La austeridad parece que no va con Zapatero, ni siquiera con la que está cayendo. Aquí lo que realmente importa y levanta murmullos de aprobación ha sido el nombramiento de don José Blanco como ministro de Fomento. Los del PSOE berciano, tan mustios y llenos de problemas y enfrentamientos internos, han visto la luz: este puede ser su momento. Hasta aquí todo normal, al fin y el a cabo ha sido nombrado uno de los suyos, el segundo de abordo. Pero no han sido los socialistas los que más han aplaudido este nombramiento, ha sido el PP, por ejemplo el alcalde de Ponferrada. Carlos López Riesco ve en don José Blanco la mano -no diré amiga pero si providencial (Dios escribe derecho con renglones torcidos)- que por fin hará realidad la construcción del AVE por nuestra provincia y sacará al Bierzo de la incomunicación a la que nos condena esta intrincada orografía. Con el señor Blanco ya no tendremos un AVE de segunda, sino un Tren de Alta Velocidad que nos acercará a la corte en un par de horas.
Es probable que tengan razón. Los más conspicuos analistas creen que la apuesta de Zapatero no ha sido regalarle un ministerio a don José por los favores prestados, no; creen que Zapatero piensa a más largo plazo. Quiere sacarse la espina de la derrota electoral en Galicia. El camarada Blanco puede ser un excelente candidato a la Xunta, pero debe llegar con un pan bajo el brazo, y el mejor pan es sacar a Galicia de su secular aislamiento. No está mal pensado, pero me parece que tiene un pequeño inconveniente: el dinero. No me refiero sólo a la crisis económica que hará muy difícil poder dedicar grandes recursos a esas obras; pienso que nombrar a Chaves como vicepresidente para negociar la financiación autonómica es una grave losa a esas pretensiones. El tiempo lo dirá. De todos modos, sustituir a la anterior ministra, la ínclita Maleni, no debe de ser nada fácil para don José.