LA GAVETA | CÉSAR GAVELA
Entre Obama y Jovino Andina
ES UN HOMBRE de aspecto y vida juveniles, aunque ya jubilado de la enseñanza. Jovino Andina, nombre y apellido armónicos, nació en un lugar de Asturias de nombre no menos melódico y misterioso: Taramundi.
Pero él es transparente, laborioso, entusiasta. Vive en Bembibre, es fácil verlo por sus calles. Entonces, lo habitual es que te invite a beber un vino. Beber un vaso con Jovino, y hablar de los libros, de las ilusiones, de los proyectos-¦ es un modo feliz de estar en la vida. Para uno mismo y para los demás. Como está él.
Hace unos días, en Estrasburgo, Barack Obama dijo a los estudiantes que mirar solo por los intereses de uno es algo que, aparte de egoísta y empequeñecedor, acaba siendo aburrido. Esto se le nota mucho a los que son más ambiciosos, más egoístas de algún modo. Se aburren bastante en el fondo, y entonces necesitan comprar y comprar. Coches, casas, acciones, tiempo, placeres. Algo compran, sí, o bastante. Pero siempre es poco. En el fondo, poco, aunque parezca mucho.
Jovino supo desde joven que la vida es compromiso, sencillez, intensidad. Que no hace falta conocer el desierto de Taklamakan, las selvas de Borneo o las islas Maldivas para ser feliz. Que basta con amueblar el corazón y el cerebro. Para que todo salga de dentro, en un fluir profundo, poco a poco. Él único que vale.
Andina tiene la pasión por conocer lugares; por revelarlos luego. También palabras, y digo esto porque acaba de aparecer un libro suyo, escrito al alimón con María Trinidad Crespo, donde se recogen muchas palabras del vocabulario popular del Bierzo. El volumen ha sido editado por el Instituto de Estudios Bercianos, una entidad muy benemérita que también trabaja para los demás, como recomienda Obama.
Jovino Andina acaba de editar otro libro, ahora muy breve. Una guía novedosa y original. En esta ocasión cuenta lo que ha encontrado acerca del Camino de Santiago a su paso por un tramo occidental de la provincia. Pero Jovino no sigue la ruta conocida, la que va por Foncebadón y la Cruz de Ferro hasta Molinaseca y Ponferrada, sino que profundiza en dos periplos nuevos y antiquísimos a un tiempo. Uno es la ruta de La Cepeda, la que aglutinándose en Villameca, llega hasta Torre del Bierzo. Y justo en Torre esa ruta menor se une a otra, también alternativa, la que va de Astorga a Cacabelos por el puerto de Manzanal y Congosto.
Senderos, grutas, piedras, ríos, leyendas, monacatos y campas. Este librito es una geografía del olvido. Un detenerse en lugares poco conocidos de los Montes de León. Que es donde la provincia se articula en sus tres consabidas zonas: el Bierzo, la Montaña y la Llanura. Los Montes de León son menos prestigiosos que la cordillera cantábrica, pero son los únicos montes enteramente leoneses. Con un gran encanto a veces, como se aprecia en la Aquiana o en Gistredo.
Jovino ama los montes y las palabras, y si recordamos algunos topónimos por donde discurre su aventura jacobea -”Villagatón, Brañuelas, Cerezal de Tremor, Rodrigatos de Obispalía o Combarros-” estamos diciendo a la par, naturaleza, silencio, nieve, viento, fuentes, memoria.
El epicentro de todo este mundo abrupto y casi despoblado son las ruinas románicas del monasterio de San Juan de Montealegre. Ese lugar mítico, perdido en un valle muy romano, con sus miliarios y su calzada, es símbolo de una comunicación bravía y dificultosa: la de Astorga y el Bierzo, tierras unidas desde hace casi dos mil años, pero siempre de espaldas. Como España y Portugal, en pequeño.
Jovino Andina elucida las rutas compostelanas a su paso por esa tierra leonesa donde unas aguas van a dar al Miño y las otras al Duero. Espinazo provincial que va del Teleno a Obama (digo, a Omaña), y que tiene la fascinación de lo ignoto siendo, a la par, tan cercano.