Diario de León

TRIBUNA | JOSÉ LUIS GAVILANES LASO

Este nuestro León de la «Metro»

Si también te ocurre a ti, démonos la mano, hermano, que vienen tiempos muy negros, y «Nacidos para sufrir»

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ÚLTIMAMENTE, nuestra ciudad, mesopotámica y mesoferríca, está tomando un cierto tinte peliculero: «Un tranvía llamado deseo», «Escándalo en las «aguas»», «Amores perros», etcétera, etcétera. Digo en primer lugar mesopotámica, porque se sitúa entre dos aguas que no son precisamente «El ruido y la furia», más bien corrientes de modestia y mansedumbre. Aunque a veces se encabriten y desmadren, no «van a dar a la mar, que es el morir», sino al Esla a desaguar y consumir. Y digo mesoférrica, porque la urbe se sitúa entre un ferrocarril de vía estrecha y otro de vía ancha, próximas ambas a encriptarse como topos o lombrices en sendas galerías subterráneas; y a hermanarse con un tranvía, que a unos inspira «deseo» y a otros tantos «compadreo».

En el «Caminar sobre las aguas», si las fluviales bajan turbias, las que afloran por los grifos, que eran un dechado de Humildad y tenían sus «Días de vino y rosas», pronto discurrirán con «Repulsión», por precio y forma de gestión. Pues, por aprobación consistorial, van a ser «externalizadas», esto es, un palabro horrendo que no quiere decir más que la gestión de las aguas va a ser cedida a la empresa privada en un 49%. Con ello el gobierno municipal intenta lavar las cazcarrias de la «Soberbia» deuda pública contraída por «Los otros». Nuestros dos ríos marginan retazos de urbe con singularidad. El curso del Bernesga deja a su derecha la zona de El Crucero, «Senderos de gloria» por cruzarse el camino del apóstol Santiago y el de La Magdalena, en el que hoy hay más bazares chinos por metro cuadrado que en cualquier otra zona de la capital. No extraña, pues, que hayan empezado a bautizarla como «Chinatown». No obstante, aunque de ascendencia ferroviaria, la zona tiene un buen número de calles dedicadas a literatos (Azorín, Quevedo, Unamuno, Pardo Bazán, Pérez Galdós, Hermanos Machado), por lo que tendría también su fundamento llamar a su Centro Cívico «El club de los poetas muertos». Dentro de la misma se ubica un «Parque Jurásico», donde no hay «Chacal» ni «Gorilas en la niebla» ni «La senda de los elefantes» ni «Centauros del desierto» ni «Perros de paja» ni «Tarzán de los monos» ni «El león en invierno» ni «El tigre de Chamberí». Porque la única especie animal no racional, salvo excepciones, son aves inofensivas, no como «Los pájaros» fieros y agresivos de Alfred Hitchcock. En la margen izquierda del Torío, se encuentra el barrio de Puente Castro, de orígenes judíos, que tuvo campo de tiro con rojos como blanco, y es camposanto donde para reposar siempre «La muerte «tiene» un precio». En el interior no tenemos «Casablanca», con «tócala otra vez, Sam»; pero nos enorgullece la «Casa del Coño», del «tócame Roque», para mayor realce del héroe de Tarifa que centra y da nombre a la plaza donde se ubica. Tampoco tenemos, todavía, «Pánico en las calles», pero sí nombres tan expresivos o rimbombantes para sus arterías como: Cantarranas, Cantamilanos, La Corredera, Papalaguinda, Portamonedas, Era del Moro, Matasiete, Corral de San Guisán, Suero de Quiñones, Dama de Arintero, Condesa de Sagasta, Gran Vía de San Marcos, Reyes Leoneses. Redundancias las hay del tipo Calle de la Rúa o Plaza de Guzmán el Bueno. Y otra plaza, que debiera llamarse de «La tres culturas», pues indistintamente el libre albedrío del ciudadano leonés la denomina: «Circular» (esto es, geométrica), «Calvo Sotelo» (esto es, política) e «Inmaculada» (esto es, religiosa). Y un «Barrio Húmedo» para aliviar tanto la «Sed de venganza» como la del gaznate. La Plaza de San Marcos, si bien no tiene, como la de Venecia, tantos turistas ni tantas ratas con alas llamadas palomas, luce falos con chorritos para recreo de los «insersos», que pasean su nostalgia por la explanada.

Por lo que concierne a la actual erótica política, en León ha caído en desuso el célebre dicho sobre los Reyes Católicos. «Tanto monta, monta tanto, como Isabel y Fernando». Lo que ahora circula por aquí se cierne sobre las máximas cabezas del gobierno local y provincial: «Monta ella o monta él, como Francisco e Isabel». Conmovedora esta historia amorosa de encuentros y desencuentros, avenencias y desavenencias, especie de «Duelo al sol» e himeneo con alfileres entre la diputada Carrasco, de «Rostro impenetrable», y el corregidor Fernández, trasunto de «El amante inglés», aunque más resueltamente «sueco». Informo que «carrasco» en portugués quiere decir «verdugo». Pobre Romeo leonés, no sabe lo que le espera.

Aunque éste León de «Raíces profundas» no sea el de la «Metro», como vemos, sí tiene bastante de espectáculo cinematográfico. Ya no es «El león indomable» de antaño, pues, para su infortunio, ha tenido y tendrá que pasar por muchos aros. ¿Qué fue de su capital y de todos sus tesoros? Solos a la vista están una pulcra catedral con vidrios de maravilla y un templo a San Isidoro que subieron de Sevilla, después de perderla el moro. Fiero León tan temido, fue, por desgracia, amansado al partirse dos costillas de su espinazo dorsal: al Este perdió Castilla y al Oeste Portugal. Lo ganado en buena lid se ha perdido o traspasado, pasando a Valladolid o al gobierno de Madrid donde se guisa el pescado; o se corta el «bacalado», más refinado decir si a esta altura, cazurrín, te encuentras desempleado. Pero, ni siquiera así, querido amigo y paisano, tanto allí como aquí, ninguno lo tiene claro, al menos es lo que me pasa a mí.

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