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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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RECONOZCO que es muy feo hablar de los amigos, y además resulta casi imperdonable el hacerlo bien. Pero vivimos días de perdón, pues Dios ha resucitado tras convertirse en mártir para salvar al género humano. La cosa viene a cuento por otro mártir de menor calado espiritual, el legendario Genarín, al que cierto colectivo de iluminados ha dedicado una película en la que figuran japoneses y todo. ¡Qué hubiera pensado el pellejero bribón de verse mezclado, al menos en la ficción, con un hijo del Sol Naciente, aunque reciclado a lo cañí! La película funciona, y en mi opinión por el protagonismo que adquieren en pantalla estos dos amigos, ambos por cierto con una larga trayectoria de crapuleo a sus venerables espaldas. El primero es Pedro Trapiello, que sigue con sus cornadas de lobo unas páginas más adelante. Poco se puede añadir acerca de uno de los grandes agitadores de la vida cultural leonesa durante las últimas décadas, aparte de que sus certeros trallazos literarios mezclan coraje, calidad, denuncia y ética. Nada menos.

El otro gran protagonista de la película es Pepe Muñiz, todo un showman suficientemente conocido por sus artilugios y colaboraciones en radio, televisión e incluso en este periódico que tienen entre las manos. Bibliófilo a tiempo completo y coleccionista de todo lo habido y por haber, no existe mayor conocedor del pasado leonés. De aquellos tiempos de vino y de rosas, cuando las furcias desdentadas y hasta desfondadas hacían su agosto a la vera de las formidables murallas romanas, allá por el barrio de San Lorenzo. Un coto de caza considerado su hogar por el perdulario Genarín, ahora puesto en valor cinematográfico por otros dos elementos de cuidado: Pedro y Pepín Muñiz.