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León

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EL OTRO día oí al que fue responsable de comunicación del PP y portavoz del Gobierno de Aznar, Miguel Ángel Rodríguez, llamar «miniministra» a Bibiana Aído, responsable del Ministerio de Igualdad creado por Zapatero tras las últimas elecciones. Sentí vergüenza ajena, pereza interior, desgana y a la vez desasosiego al pensar que no sé si será esta ministra o si le corresponderá a este Gobierno u otro, pero hay mucho trabajo por resolver y mucha tarea educativa que realizar aún para que la igualdad sea efectiva entre hombres y mujeres. Un día después de este comentario escuché a Mariano Rajoy criticar la falta de liderazgo de la primera ministra de Economía que ha tenido España, Elena Salgado. Nunca antes había oído un descalificativo parecido de un ministro, al que se le suelen atribuir otros defectos, pero nunca falta de liderazgo. Este fin de semana presencié atónita una conversación informal en la que una mujer joven reprochaba a la ministra de Defensa, Carme Chacón, que no dedicara el tiempo suficiente para estar con su hijo, al que dio a luz recién llegada al Ministerio hace ahora un año. «Eso no es ningún ejemplo para las mujeres», decía. El principio de igualdad entre hombres y mujeres es uno de los que menos ha evolucionado en el reconocimiento de los derechos y libertades fundamentales. En ningún lugar del mundo el tratamiento de las mujeres se ha equiparado realmente al de los hombres. Un año de Ministerio de Igualdad no puede cambiar de golpe siglos de ancestrales costumbres patriarcales y androcentrismo -”visión del mundo y de las cosas, desde el punto de vista teórico y del conocimiento, en la que los hombres son el centro y la medida de todas ellas-”. Queda mucho por hacer.