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CRÉMER CONTRA CRÉMER | VICTORIANO CRÉMER

El confiado

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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NO SON ESTOS tiempos que corremos o que nos corren, tiempos para dormir tranquilos y confiados, sino más bien todo lo contrario.

Los dioses se han propuesto mantenernos en vilo hasta que la providencia disponga lo contrario y aquí estamos bajo el arbolito donde dormía el pavo real (hoy duerme en el sueño, como cualquier animal).

Pero a lo que iba, que era a la acuñación del hecho de que en la España heroica y gallarda no nos han ofrecido en lo que llevamos de año, ni un solo día en el que nos asomemos a la ventana y no seamos sorprendidos de nuevo por un apretado cúmulo de nubarrones negros. Unas veces por si el paro; otras por si los dineros fugitivos y la más frecuente es la actitud de los acosados por las circunstancias derivadas de la crisis. Y la voz del agorero de turno suena y retumba: «Gemid, humanos, lo peor está por venir».

Y siguiendo los consejos de los ancianitos de la tribu, nos apretamos el cinturón y nos ensayamos a dar bocados al aire.

Que la patria de doña Isabel y de don Fernando estaba pasando por un estado de agobio implacable lo sabía ya todo el mundo.

Y los más precavidos de la familia, se curaban en salud y repetían para su capote la dramática amenaza: «Y lo peor está por llegar». ¡Coger piedras!. Y así un día y otro, sin que a nadie se le ocurra la feliz decisión de intentar iluminar el cerco que nos está ahogando. Hasta que un día, del mes marzo de este mismo año de desgracias nos fue ofrecido la voz angélica del confiado, precisamente por desconfiado.

No diré el nombre, porque después los comentarios no sirven sino para provocar y hostigar al personal, pero conviene saber que el pregonero feliz ocupa un puesto tan importante que le permite situarse en tiempos de polémica, en puesto privilegiado.

Y el tan señor, abandonando por una sola vez y sin que sirva de referente el escepticismo nacional que se ha convertido en la característica del hombre y de la mujer de nuestro tiempo, se soltó el pelo y se le escaparon palabras de felicidad, de promisión, de esperanza.

Abriendo los ojos y fijándoles en el futuro, exclamó: «Confío en ver este mes, los primeros efectos del plan anticrisis». ¡Aleluya! ¡Albricias! ¡Alabado sea el Señor!

Según este mensaje, posiblemente, en este mes lujurioso de sol y de esperanza, se acabarán nuestras desazones.

Y volverá el albañil a su andamio y el carpintero a su garlope y el tipógrafo a su componedor y saldrá el sol que más calienta y los Bancos, las Cajas y los caudales públicos se verán reforzados y hasta los que andan a rastras con créditos y trampas, verán la luz.

Al final de este pavoroso túnel, se ha escuchado una vez de confianza, de espera gozosa, de ilusión y posiblemente en este mismo mes, se acabarán todas nuestras tribulaciones y se hablará de la crisis como de la guerra de Cuba.

¡Señor, Señor! ¡Lo que llevamos esperando la llegada de los Reyes Magos!...!

¡Mira que si después de tanta ilusión viene un señor de Palencia y lo jode...!

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