El tiempo suficiente

A LOS altos cargos de la Administración, que sin duda son más numerosos que las personas de cierta altura, les han concedido cinco meses para presentar en un registro la declaración de sus bienes. Lástima que no les exijan la declaración de los males causados durante su gestión, pero si bien se mira, cinco meses son los suficientes para que muchos se inventen una tía rica a la que jamás conocieron, pero que les hizo herederos únicos. Se dice que las tres cosas más difíciles de ocultar son la tos, el fuego y el amor. Jamás se ha calumniado al dinero acusándole de que es inocultable, ya que siempre ha habido gente con la admirable capacidad de ahorrar mensualmente una cantidad superior a la que ganaba al mes.

Los altos mandatarios de la Administración, entre los que abundan las personas decentes, aunque no constituyan mayoría, por culpa del triunfal asalto a las instituciones de tipejos sin más armas de abordaje que el carné entre los dientes, van a ser sometidos a inspecciones. Menos mal que se les avisa con tiempo para que puedan arreglar sus beneficiosos desarreglos bursátiles. En cinco meses pueden justificar lo injustificable. Incluso pueden aducir que son unos señores favorecidos por la voluble diosa Fortuna hasta el punto de que les tocó la lotería varias veces seguidas. Para hacer legítimas esas donaciones les basta con adquirir los décimos premiados, que es la técnica más común del blanqueo a escala doméstica. Quienes se han enriquecido de la noche a la mañana de los tiempos sombríos que nos aguardan y que por cierto ya está aquí, no tienen nada que temer. Se les ha concedido un tiempo prudencial para que demuestren que eran lícitas sus imprudentes ganancias. A pesar de eso, algunos se quejan porque no le hayan regalado detergentes para lavar su dinero negro.