Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER | VICTORIANO CRÉMER

En León también se roba

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VICTORIANO CRÉMER
León

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NATURALMENTE. Y en Palencia y en Sierra Morena y en Belchite. Yo no diría que España sea un paraíso para ladrones, estafadores y raptores de dineros ajenos, pero tampoco me permitiría la licencia de proclamar que en León, nunca existieron Vivillos, Pernales, Josés María o siete niños como los de Écija, pero tampoco digamos que digamos.

Otra vez y van dos o tres, unos peregrinos de la Europa Central, que iban a Santiago de Compostela para darle las gracias al Santo, no se sabe por qué, al pasar por León, después de admirar la Catedral y contemplar San Marcos, (del cual tanto habían escuchado de cuando la guerra nuestra), se detuvieron en la llamada Vía de San Marcos, y apercibiéndose de la existencia en dicha Vía de que los Joyeros, desde los Arfe, tenían en León predicamento y joyas, se comprometieron en una aventura en la cual no habían pensado hasta verse en la necesidad de recaudar dinero.

Honradamente o como fuera. Y después de celebrar un concejillo, al modo como se hacen los pactos políticos de viejos municipales y provinciales, engarzaron una serie de singularidades propias del caso, y repasados que fueron los planes se dedicaron a su ejecución.

Y la cosa tampoco tuvo dificultades especiales. En León, concretamente, somos gente muy confiada, creemos que todos somos buenos, honrados y amigos de la caza. ¡Y no!

También los hay que tienen una especial tendencia a quedarse con los bienes ajenos, bien o mal en forma de dineros o de relojes Rolex.

Y estos peregrinantes europeos pertenecían sin duda alguna a la especie de los artistas especializados en relojes, cadenas, pulseras y todo aquello que, bien vendido, les permitiera vivir bien sin mirar a quién.

Y sacando del armero una pistolita como de juguete pero de las que matan, penetraron en el establecimiento de joyería, ubicado en el número 4 de dicha Vía, y poniendo su arma a un milímetro de la cabeza de uno de los dueños y señores de la joyería, le dijeron secamente:

«Sin un grito, sin un gesto, sin una coña maragata. Esto es un atraco como la copa de un pino, y nos van a permitir ustedes que nos llevemos material pignorable para salir de la crisis en la que estamos».

Y naturalmente los dueños del establecimiento, bien que a su pesar, cedieron a la invitación de los atracadores y les permitieron coger lo que quisieron.

Una vez realizada la faena, dieron las gracias y después de maniatarlos para que no se perdieran, contemplaron a las víctimas de su trabajo, y como gente agradecida desaparecieron del mundo local, sin decir ni chus ni mus.

Éstos son los hechos y ésta es la situación. Los tres niños de Écija desaparecieron del mapa, la policía consiguió enterarse de que en León también se producían atracos como en Madrid, en Velilla del Rey y en Belchite.

Y hasta otra vez que se les ocurra hacer la ruta de Santiago con parada en León.

¡Y acordarse de los Arfe, ni en sueños, que después pasa lo que pasa, y no estamos para atender a forasteros como estos, porque hartos tenemos nacidos y criados en la península!

¡Ay, Señor, qué vida la nuestra!

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