EL RINCÓN | MANUEL ALCÁNTARA
Según quién
LOS ÁRABES, que no hay que confundir con los moros que ahora están en la costa, decían que los más largos caminos empiezan con un pequeño paso. No nos atrevemos a darlo, a pesar de que todos queremos recorrer cuanto antes el trayecto de la crisis. No sabemos si, al final, la cinta de llegada será algo que podremos romper con el impulso de nuestros esforzados pechos o, por el contrario, será el horizonte enrollado de nuevas dificultades. ¿A qué líder político le hacemos caso? El pertinaz Rajoy nos dice que «vamos hacia el abismo» y el presidente Zapatero presenta la remodelación como un ajuste a los criterios del G-20. Unos lo ven todo negro y otros no quieren ver lo que se nos ha venido encima. El FMI, que se teme que haya llegado a tocar fondo, se muestra moderadamente optimista y cree que en junio, que está al caer del árbol del tiempo, habrá acabado la fase peor de la crisis para España. ¿Quién llevará razón en un momento en el que parecen haberla perdido todos?
Nos conviene creer alternativamente a unos y otros, mientras no inventemos la tercera España. Las dos de siempre están siendo lapidadas por el llamado -˜gran impacto del ladrillo-™, que ha hecho vulnerables a las cajas de ahorro. ¿Cómo puede haber en nuestro país nada menos que 800.000 viviendas con el letrero de -˜se vende-™? Alguien ha calculado mal. Como seguimos viviendo en lo que Dámaso Alonso llamó «el siglo de las siglas», refiriéndose al pasado, todo conspira para hacernos un lío. La CECA asegura que el riesgo inmobiliario está medido y bajo control y la CCM opina que es necesaria una enérgica supervisión. Mientras, el FMI prevé la mayor caída de la economía desde la posguerra. No entendemos esta sopa de letras. Todo es según quién lea sus mensajes, pero cada vez hay más gente que come la sopa boba.