HISTORIAS DEL REINO | MARGARITA TORRES
¿El día de qué?
TAL VEZ el feliz día del libro, que tanto éxito ha deparado a los leoneses a través de sus autores, hoy académicos, como José Mª Merino, de cuyo triunfo nos congratulamos de corazón. A los demás mortales de esta bendita comunidad, lo único que nos interesa de tan insigne fecha del calendario es la posibilidad de convertirla en puente. Bendito 23 de abril, que este año caes en jueves, y regalas el 24, para que nos marchemos todo lo lejos que nos deje la economía familiar, fuera de los problemas de los ganaderos y de los agricultores, a distancia de las amenazas de despido de Renault o de L.M., ¿para qué preocuparse de ello, cuando el sol caldea la campa de Villalar?
Nuestros esforzadísimos próceres sacan pecho de satisfactorio entusiasmo tal jornada, agotados de tanto doblar el espinazo sobre el plato de cochinillo de Segovia, reumáticos los dedos de sostener la copa de buen vino del Duero o del Bierzo, hastiados de saborear la morcilla de León o la de Burgos, que hasta en eso de que nos den morcilla somos hermanos los capitalinos de los auténticos reinos de Castilla y de León. Al verlos, ¡pobres!, con su pañuelín al cuello, una hasta se compadece cuando lee que los castellanos de verdad llaman de todo menos bonitos a los jerifaltes de Castillileón, mientras ondean la enseña de Padilla, Bravo y Maldonado. Menos mal que en esto no estamos los leoneses presentes, salvo excepciones obligadas so pena de la merced de capitoste con poder. Porque mira que si cansados de tanto centralismo fagocitador un día hacemos causa común en la lucha los castellanos y los cazurros-¦ Me estremezco de la emoción al imaginar nuestros leones rampantes ondeando con el hermano castillo en alianza antisistema.
Los castellanos han visto su tierra original recortada por Cantabria y La Rioja, siempre suyas, para crear autonomías tapón frente a los vascos. A cambio, se nos cortó el pescuezo a nosotros por culpa de Martín Villa y amigos. Ahora a los leoneses nos pretenden trincar también Salamanca, por la infeliz ocurrencia de Unamuno, a quien de niño alguien hubiera debido de enseñar Geografía de España, pues nombra castellana a la ciudad del Tormes y se olvida de los orígenes castellanos de Álava, que siempre lo fue, ahí está Treviño.
Analfabetos gárrulos nos llaman a los castellanos y a los leoneses que defendemos lo nuestro desde el respeto al otro, que es hermano pero distinto. Y todo porque no colocamos el dos de oros en la campa de Villalar esperando agradar al líder, felices todos de habernos conocido. Tal vez lo haríamos contentos si existiera un reparto equitativo de la riqueza y del poder que nos igualara con Valladolid. Consejerías en Burgos, León, Salamanca o Segovia, mas los sueños, sueños son. De tanto mirarse el ombligo centralista, nuestros próceres acabarán con problemas de cervicales mientras la tierra se despuebla y envejece sin que nadie escuche su voz desgarrada, que algún día enmudecerá para siempre.
De Villalar queda, un año más, el pañolín al pescuezo, la mención de Padilla -que debe removerse en su tumba cada año-, alguna «afoto» y titulares para el C .V. político. Vivan los comuneros de Castillileón, con truchas, morcilla y porrón.