Diario de León

CON VIENTO FRESCO | JOSÉ A. BALBOA DE PAZ

Siempre con nosotros

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JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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NO POR inevitable, la muerte de Antonio Pereira resulta menos dolorosa e irreparable. Fue como un mazazo cuando me lo comunicaron pues Antonio era una persona entrañable, bondadosa, vital; cuya charla amena, sabia y salpicada de guiños y anécdotas llenaba de gozo a los que tuvimos el privilegio de conocerlo. No fue sólo la edad sino la enfermedad, que arrastraba desde hace algún tiempo, la que pudo con él. Pero si la enfermedad lo venció no pudo evitar que hasta el final mostrara los mejores rasgos humanos que lo han caracterizado, especialmente su bonhomía. En esta primavera fría y lluviosa, cuando ya el Bierzo que tanto amó se viste de un intenso color verde, Antonio nos deja en cuerpo, pero su alma, su obra, estará siempre presente, y a ella recurrimos para recobrarlo en estos momentos de tristeza o lo haremos después cuando nos inunde la nostalgia.

Son muchas las dimensiones que cobra la muerte de Pereira. Hay una indudablemente nacional, pues su obra, aunque tardíamente reconocida para el gran público, ha cobrado esa dimensión. Pereira abordó diversos géneros literarios, desde la poesía a la novela. Fue, no hay que olvidarlo, pese a que quedó eclipsado por el relato breve, un poeta precoz que mantuvo siempre su interés por la poesía, como vemos en su antología Meteoros , que recoge la obra de 1962 a 2006; pero sobre todo ha sido un gran cuentista, uno de los mejores narradores breves españoles del siglo XX. Hizo de ese género una verdadera obra de arte, con un estilo personal, en que se combinan la singularidad de sus personajes, la anécdota y el sentido del humor que salpica el relato, la ironía, los guiños cómplices; todo ello escrito en un lenguaje directo y con un ritmo narrativo intenso que engancha a los lectores.

Su muerte tiene también una dimensión regional y provincial, pues pocas personas como Antonio han mantenido a lo largo de los años una presencia más activa en el ambiente cultural y literario de León y de la Comunidad. Desde joven, cuando aún su vida transcurría a caballo de Villafranca y León, fue amigo de otros escritores paisanos suyos como González Alegre y Carnicer; y al mismo tiempo fue un activo miembro de los círculos literarios que se movían en torno a González de Lama: Crémer, Nora, Gamoneda, que entonces sacaban a la luz la revista Espadaña . Si aquellos fueron sus amigos primeros luego esa amistad continuó con otros poetas y escritores leoneses más jóvenes, agrupados en torno a la revista Claraboya . León, donde vivió y murió, fue una referencia constante en su vida; la Comunidad de Castilla y León, por su parte, le concedió en 1999 el premio de las Letras.

Hay por último una dimensión local, pues Antonio mantuvo con su villa natal y con el Bierzo una relación estrecha, constante y entrañable. No sólo me refiero a la presencia de la comarca en su obra, sino a que fue una persona en la que todos hemos podido confiar a la hora de organizar cualquier evento cultural, pues siempre estuvo dispuesto a participar sin el menor reparo, como sabe muy bien el IEB. Por eso ha dejado en el Bierzo tantos amigos que le hemos querido de veras y un vacío difícil de llenar. Los de la Cábila, su barrio del otro lado del Burbia, y Villafranca (Mestre, Castelao, Cela) están hoy de luto, como nosotros, como Úrsula, su mujer, que fue su mejor apoyo en todos estos años, y a la que mandamos desde aquí nuestro pésame y nuestro recuerdo más cariñoso.

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