EL RINCÓN | MANUEL ALCÁNTARA
Sobredosis de glamour
NOS ENCANTA que nuestras primeras damas vayan tan bien vestidas. a gusto verlas en las revistas de papel couché, donde algunas habían comparecido antes impecablemente desnudas, pero tanta fascinación, entre erótica y modisteril, fatiga. Al lado de las jóvenes y guapísimas Letizia y Carla, nuestra reina Sofía parecía lo que es: una reina. Quizá haya que tener en cuenta eso de la oportunidad histórica: el momento reclama con más urgencia mostrar soluciones que exhibir fondos de armario. Nos han abrumado con un muestrario de modelitos Dior en sedas de diversos colores, todos basados en el azul, y con chaquetas cortas con detalles en crudo y pantalones ajustados en negro, según para las ocasiones. ¿Quién era la más elegante? La única respuesta posible, para no agraviar a nadie, era: todas.
La lástima es que el jurado del posible certamen glamouroso esté en otras cosas. La preocupación por el desempleo ha alcanzado el récord y se está pidiendo la reforma urgente del sistema de pensiones. Quiere decirse que a la mayoría de los habitantes del país anfitrión lo que les quita el sueño es no quedarse en pelota en la vejez.
Mientras una persona tan sensata como Almunia dice que España debe retrasar la jubilación y -”¡abróchense los cinturones!-” abaratar el despido, aquí llevamos una temporada hablando de lo guapos que son y lo bien que ocultan la parte que exhiben de su organismo algunos miembros de la llamada clase dominante.
Suenan los grandes tacones lejanos de Sarkozy, alejándose. Le ha dicho a nuestro presidente Zapatero que son «amigos para siempre». Sería la primera vez que esto ocurriera en política. Es la única epidemia verdaderamente porcina donde no hay forma de librarse de todo contagio.