Cerrar

CRÉMER CONTRA CRÉMER | VICTORIANO CRÉMER

Los hombres de José Luis

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

Creado:

Actualizado:

CUANDO todos los españoles lo esperábamos se produjo la crisis política. O sea, como dicen los castizos, «lo que faltaba para el duro».

Cesan los que tenían que cesar y se les veía venir y los anunciados por los dioses del Capitolio. El señor de los dineros, Don Pedro, deja el cetro miniesterial y suelta el cargo como si le quemara. «Ahí queda eso, parece decir, para el que lo desee y tenga fuerzas para soportar el envite». Y es que las crisis políticas de ahora y en la hora de nuestra agonía, no son los mismos que eran antes, en el siglo pasado o en los tiempos dichosos de los partidos turnantes.

Entonces se decía sin ánimo de bronca: «¿A quién corresponde hoy el cambio, a los compadres de Sagasta o a los de Merino Villarino?» Y se producía el cambio sin demasiado rencor político ni espíritu vengativo.

La crisis política era como un efecto que la propia o impropia política en uso producía.

Y se apresuraban los unos a arrimar el resto de su sardina al fuego fatuo del cambio. Y con ese juego de toma y pon, íbamos viviendo o, mejor dicho, vivían de verdad los adictos o afiliados, los obedientes miembros de conservadores y liberales.

Los demás se quedaban a verlas venir. Pero así como se cantaba entonces que España estaba tranquila y se perdían Cuba, las Filipinas, Tejas y hasta Gibraltar para quedarnos en los puros huesos, ahora y en esta hora prodigiosa de la crisis de don José Luis, los partidos turnantes mueren o mejor dicho se apagan, a la espera de otro cambio de amoríos del capitán que les manda. Y en cambio aquellos que no entraron en el juego del cambio se quedan congelados para los restos.

En España ya no queda la posibilidad de que alguno de los componentes de que tal o cual resto político llege a gobernar, porque no se dejará que las cosas sucedan de manera tan imprevista como para que se vean los derrotados o postergados en condiciones de ocupar el puesto que pretenden «tener allí».

El afiliado que hoy espera su elevación a los altísimos poderes, por solo su afiliación y obediencia, está condenado por adelantado a morir o a jubilarse con el disgusto pegado al alma.

Y acaba su periplo político viviendo de los recursos. Se produce este cambio del cual nos alegramos en espera de tiempos mejores, sin alharacas, sin alteraciones, sin presiones de los rivales, precisamente porque ya no hay rivales. O hay amigos y compadres o no hay político que valga la pena.

Se levanta por ejemplo, es un decir, el Mariscal de campo con el vestido de pelea y se carga a los disidentes, si les hubiera. Permitiendo que el resto se siente a la sombra a la espera de un golpe de suerte o de un nuevo movimiento sentimental del amigo de turno. Vivimos, o no vivimos, a la sombra de los amigos bienhechores, y el que no cuenta con algún jerifalte poderoso ya puede dedicarse a otra cosa.

Aseguran los que están todavía en «la pomada», que el maridaje con el señor Obama, no le va a servir a España y su crisis de dineros para nada. Porque los Estados Unidos, desde los tiempos de Maine y el asalto a Cuba, trabajan para la Casa propiamente dicha.

De manera que lo más acertado es encomendarse a la virgen particular de cada uno: ¡Virgencita, que nos dejen como estamos, todavía!

Cargando contenidos...