CSI Cantimpalo

IGUAL QUE QUASIMODO amaba las campanas, parece ser que el macizo Gary Dourdan se pirria por el rutilante repertorio gastronómico surgido de la despensa castellanoleonesa. Como saben, el bueno de Gary es una gloria internacional debido a su papel protagonista en la serie CSI Las Vegas, donde interpreta a un investigador con tentaciones ludópatas pero, en definitiva, listo como un conejo. Pues bien, con la loable intención de remover la sopa turística comunitaria, y en contra de la opinión de todos los fundamentalistas del déficit cero, se ha elegido a semejante estrella para mantener el puchero hirviendo. Si uno se está medicando, la idea no parece mala: un tipo duro, casi como tallado a soplete, sale de un estreno y, en una combinación milagrosa de azar e inspiración, va a dar con una periodista de por estos lares, a quien suelta un discurso hegemónico sobre las bondades culinarias del Cantimpalo, la chichina de León -”así como suena-” y el amigable vino de la Ribera del Duero. Nada que objetar a tan redondo menú, aunque chirría un poco el realismo de cocina que recita, así de corrido, tan egregio personaje. Pero las alabanzas siempre son un préstamo con interés. Así que voces no carentes de cierta lógica reclaman conocer el coste de una estrategia de tan altos vuelos pues, por así decirlo, se les ha indigestado semejante guiso de escaparate. Y más cuando todo pueblo cuenta con su correspondiente tío Braulio, capaz de recitar de corrido y con acento natural el festín gastronómico que se resuelve a base de las cotizadas especialidades de la tierra. Los clásicos, siempre en su sitio, ya contemplaban contingencias de tal calibre: es de necios almorzar con la abundancia, comer con la pobreza y cenar con el oprobio.