Diario de León

AL TRASLUZ | EDUARDO AGUIRRE

Hasta yo

León

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NAPOLEÓN no se conformó en Waterloo con perder un puñado de hombres. Una gran derrota ha de ser a lo grande. Un gran equipo de fútbol ha de perder con monumentalidad faraónica. Lo del Real Madrid- Barça fue, más bien, un traspié. La gran derrota implica fundir el marcador, que se acaben los números, que ya no te queden más dedos, y seis goles hay días que los marco hasta yo. De perder, que sea a lo general Custer, es decir, que no quede uno vivo, ni siquiera el corneta. Vaticiné que el Madrid metería dos goles, y acerté, pero tuve un pequeño error de cálculo en todo lo demás. A mí esos dos golines hasta me molestan, porque, en efecto, la épica de la derrota exige decantarse por carne o pescado, pero nunca por el transgénico, y además a la plancha. ¿Y los dos goles del Madrid? Meras moñigas de saltamontes. Cuánto mejor hubiese sido un seis cero, así, sin más. De perdidos, al río. Si no ganamos Eurovisión, entonces, que sea para quedar en el último puesto, que es lo shakesperiano. La goleada debería haber sido mayor, para que fuese digna de ser cantada por juglares. El seis es un número anodino, un quiero y no puedo, que necesita del nueve para ser algo. En cambio, el siete es gentleman. Y el ocho, campechano. Euclides llamó al seis número perfecto pues es igual a la suma de sus divisores, vale, es cierto, pero aún no se había inventado el fútbol. Sí, seis goles los meto hasta yo. ¿Qué laúd va a ensalzar tan inodora, incolora e insípida victoria? No el mío. Capri, c-™est fini. Este juglar no volverá a entonar un trino sobre el fútbol; por lo menos, hasta la próxima liga. A cierta edad, enfados, los justos, que luego se te dispersan los biorritmos y no hay forma de volverlos a colocar por orden alfabético. Ay, señor, señor. El tenis de mesa da menos disgustos.

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