Diario de León

LA VELETA | ANTONIO CASADO

Camps y sus amigos

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ANTONIO CASADO
León

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EL PRESIDENTE de la Comunidad Valenciana, Francisco Camps, ha declamado su impaciencia por hablar de lo suyo, pero a su debido tiempo, ante los jueces. La última vez que insistió en sus irreprimibles deseos de contarlo todo («que es nada», dice), fue ante el Parlamento regional, donde se sientan los representantes de la voluntad de los valencianos. Se ve que no les tiene en muy alta consideración. O no tanta como a los jueces. Ni los representantes ni los representados en el Parlamento de la Comunidad son quienes, al parecer, para pedirle explicaciones al presidente valenciano. Lo digo porque, como se sabe, el señor Camps tiene la costumbre de no responder a las preguntas de los periodistas sobre ese incómodo asunto que le relaciona con el dadivoso comportamiento de ciertos empresarios imputados por el Tribunal Superior de Justicia de Valencia. Especialmente con uno de ellos, el tal Alvaro Pérez (Orange Market), con el que ha intercambiado calurosas muestras de afecto verbal vía telefónica, según una de las cintas magnetofónicas que obran en el sumario del llamado Caso Gürtel.

Efectivamente, esa y otras pruebas apuntan a la muy verosímil posibilidad de que a Camps le pagasen los trajes. Pero no es fácil demostrar la existencia del cohecho, a la luz de un Código Penal que habla de regalos o dádivas r ecibidos en razón del cargo que ocupa quien los recibe. No está penado regalar o recibir regalos de un amigo y parece que el tal Alvaro Pérez y Francisco Camps son muy amigos ¿Cómo probar que los trajes eran compensación no escrita por el acceso a concesiones administrativas como carga de trabajo para la empresa o las empresas de Alvaro Pérez, si ese fuera el caso?

Por tanto, lo normal es que el desenlace judicial sea favorable a Camps porque el asunto carece de relevancia penal. Y a eso juega él, a ganar tiempo para capitalizar la exculpación. Lo tendrá difícil porque su imagen de gobernante aceptando el pago de los trajes o intercambiando cariños con el imputado Alvaro Pérez puede no tener relevancia penal, pero tener relevancia política y social. Potenciada, además, por su empeño en negar incluso esas conversaciones. Entonces ya estaríamos ante un supuesto peor: la mentira.

Camps puede librarse de los jueces pero no tiene tan fácil librarse de los votantes si hubiera mentiras, aunque el cohecho fuese improbable. Y las hay, salvo que se demuestre que la tan aireada charla telefónica de Camps con Pérez fue un montaje sonoro. Por ejemplo, cruzando previamente conversaciones grabadas en otro contexto. O sin cruzarlas, pero convenciendo a los ciudadanos de que en realidad estaban ensayando para la comedia de fin de curso.

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