Diario de León

LA OPINIÓN DEL LECTOR

Zapatero y Sarkozy, idilio con frenesí

JOSÉ LUIS GAVILANES LASOESCRITORDescubriendo inmensos mares, curiosamente es notorio que tenemos salvedades en el propio territorio, tronchado en autonomías

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DICEN QUE van a casarse, el hispano Zapatero y el gabacho Sarkozy, si buen mozo es el primero, no es menor el de París. Nicolás es zalamero, tricolor y zascandil; y tildan a José Luis, que aunque diestro en la muleta, es de cerebro muy gris. Así lo pintó Mariano, que es capullo de alhelí, jugando a la plastilina poco después del «Prestís», con chapapote en las playas, más negro que un somalí; y rosa y puño en Moncloa por juzgarlo el pueblo así. Unos dicen que este enlace buenos frutos ha de dar, ardiendo en celos la Bruni y Sonsoles a rabiar, e imagen de nalga hermosa, la francesa y la princesa, como noche germinal; mas hay otros que discrepan y no se han hecho esperar, y unas coplas han compuesto que a los aires quiero dar.

«Si de Francia ves aprecio, sepas que habrás de pagar, y será elevado el precio que tengas que apoquinar. Echa un ojo por la historia de alianza con los galos, esquiva nos fue la gloria más que a los pobres sorianos, pues les dieron los romanos cuando eran numantinos, y en siendo luego cristianos la ira de Alá les vino: «Vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos» . Más tarde, Napoleón, vino a joder la marrana, aunque en Bailén a Dupont le zurramos la badana. Y con él Pepe Botella, por su arte de soplón, hubiese aguardiente en ella, vino fino o peleón. Ascendió al trono español cayendo casi al instante, que quien priva tanto alcohol tiene el paso vacilante. Por habernos conchabado con el galo interesado en un pacto familiar, los ingleses nos quitaron el Peñón de Gibraltar, donde hay unos monitos con barbita y con bigote que dan saltos sin parar, divirtiendo a monigotes a los que llaman «llanitos», las gentes de ese lugar, cuyo vicio favorito, no es ni beber ni fumar, es dar un trato exquisito al contrabando ilegal. Y porque el pacto obligaba también la lucha en el mar, donde el galo es más negado en arte de navegar que un pulpo sobre un tejado, los ingleses nos zurraron en aguas de Trafalgar.

¿Qué fue de los refugiados de nuestra Guerra Civil, en las playas hacinados bajo trato y cielo hostil? ¿Y los que fueron devueltos, con Petain en el poder, o embarcados en sus puertos para nunca más volver? ¿Qué fue de los retornados a la patria con engaño, y luego los fusilaron a en prisión año tras año? ¿Y los que luego emigraron por cruel necesidad y gabachos se tornaron perdiendo su identidad? Dígalo Fernández, Luis, pelotonero de «po», quien buscando porvenir de Tarifa se marchó, para más tarde venir sólo como entrenador.

Al sur de los Pirineos vivir y morir empieza una raza de pigmeos con deseos de grandeza. Ahí la Europa termina y da paso al africano, mudando la guillotina por cuchillo toledano. En materia sexual, aunque cause gran placer que te hagan un «francés», también es nombre del mal que viene poco después si no te pones bozal. Mismo que muertos son vivos, siempre haciendo la puñeta, dándole cobijo a ETA que roba sus explosivos. Incluso siendo aliados, su conducta fue tan vil, que estaban del otro lado cuando lo de Perejil. Porque es cosa del gabacho el importarle un comino, tomate, puerro o pepino, en no siendo su gazpacho. Conciben a la tortilla delgaducha y amarilla como chuleta a la plancha; es la nuestra rica y pancha y sabe de maravilla, con cebolla y con patata, y mejor si va hermanada con vinillo de Montilla.

Que llamen al pan «du pain», no es cosa que sepa bien; y llamen «du vin» al vino ya raya en el desatino; pero, «du fromage» al queso, cuando se ve que eso es queso, ¡será el gabacho cretino!; y a la mesa llamen «table», bueno, bueno ¡eso ya es intolerable! ¿Por qué demonios escribe todo francés que bien hable aquello que no percibe? ¿No han oído a Sarkozy, cuando escrito está «oiseau», pronunciarlo como «uasó», por ser su «pájaro» así? De modo que, ¿no es la mayor impostura en materia de sonidos que refleje la escritura lo que no está en los oídos?

Escribió en sus «Cartas Persas», el barón de Montesquieu unas sentencias adversas contra el español de a pie, y mismo aquel que montase sobre brioso corcel. Dijo el ilustre barón que somos muy perezosos, contrarios a la razón, muy devotos y celosos, para nada trabajosos y amigos de inquisición. A la hora de matar por legal disposición (aplicándola al gañote, en su caso guillotina y nosotros el garrote como ejemplar degollina), rigurosamente cierto lo hicimos sin excusar pedir el permiso al muerto. Descubriendo inmensos mares, curiosamente es notorio que tenemos salvedades en el propio territorio, tronchado en autonomías, con la propia un purgatorio por infausta felonía. De nuestra literatura, también sentó Montesquieu esta suprema impostura que no se tiene de pie: «Sólo se salva del potro y del fuego abrasador un libro cuyo valor es mofarse de los otros». Mas ¿qué se puede esperar ?triste me pregunto yo? de tipos cuya conducta es propia de salteadores, al quemar nuestros camiones repletos de buena fruta?». Con la alusión del barón de Montesquieu al Quijote de Cervantes (que también en el escrutinio de libros salva de las llamas sólo a uno, el Amadís ), y el holocausto frutícola, termina la copla de los desafectos o despechados. Se ve bien que a través de sus versos, franceses y españoles no nos hemos sentido recíprocamente heridos a lo largo de la Historia por el mismo dardo de Cupido. Y que cuando, con halago cariñoso, nos han pretendido y cortejado, lo cierto es que las cosas no nos han ido nada favorables, todo lo contrario, porque se trataba de querencias o amoríos de conveniencia. Pero, mudan los tiempos y mudan también las voluntades, y nadie nav ega nunca por un río sobre las mismas aguas. Esta vez parece que se trata de amores sinceros y verdaderamente recíprocos, y no de amores perros, al menos eso es lo que dicen sendas declaraciones y las fanfarrias oficiales.

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