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León

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JULIÁN Muñoz ya no participará en el curso de verano sobre corrupción, organizado por la Universidad Rey Juan Carlos, y en el que iba a ser preguntado por todo aquello en lo que es una reconocida autoridad. Lo cierto es que en lo suyo puede sentar cátedra, incluso impartir licenciaturas y doctorados, pero nunca será sabiduría, sino cutre gramática del delito. Ante el escándalo creado, se ha decidido contar con Al Capone, quien también es una autoridad en la materia, aunque sea menos mediático. Con la crisis, algunos con tal de atraer alumnos, es decir, audiencias, son capaces de poner al profesorado a hacer Full Monty. Los responsables argumentan que Muñoz no iba a cobrar, cómo si ese fuese el reparo. El temario del curso les quedaba tan árido y metafísico que decidieron darle un empujoncito de marketing. ¿Alguien puede imaginarse una mesa redonda sobre violencia urbana en la que no fuese invitado a participar Jack el Destripador? Pues sí, podemos imaginárnoslo y además lo agradecemos. Muchos de los cursos de verano están planteados como entretenimientos cultos, donde entre ponencia y ponencia, las mentes inquietas pueden darle a la sangría, pero aquí se trataba de aguachirle. Muñoz ni siquiera tiene el gracejo del Dioni, cuyo concepto del paraíso es bailar a todas horas La Barbacoa ; el ex alcalde de Marbella pertenece a la distinguida clase del «usted no sabe con quién está hablando», hasta que ya sí lo sabemos. En el tema que nos ocupa, sin arrepentimiento no puede haber magisterio, sólo cinismo. Quizá, todo formaba parte de una operación comercial de gran calado, donde, a partir de la expectación creada, Muñoz y sus juglares hiciesen su agosto, aunque el curso tuviera lugar en julio. A un campus no se le pueden poner puertas; pero mucho menos, traseras.