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TRIBUNA | CARMEN BUSMAYOR

En busca de Siria

A propósito de la mujer, hay indicios de un cambio no muy lejano: frente a las mujeres con túnica y tapadas hasta los ojos, la mayoría, y las mayores, muchas jóvenes, maquilladas, todavía tocadas por el pañuelo en la

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León

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QUIEN esto escribe ha formado parte de esos dos mil españoles que en la pasada Semana Santa, en esas fechas de fausta antigüedad, en esa fiesta de la fe, se marchó en busca de Siria para caminar entre la estepa, los pistachos y los olivos, además de dejarse caer muy atenta por la algarabía de zocos, alguna de cuyas tiendas ofrece ya a las vistas ropa interior femenina muy juguetona y atrevida, y el silencio inconstante de mezquitas y sinagogas, en tanto a eso de la caída de la tarde dedicaba un tiempito a las modernas teles enrocadas en la pared de tan confortables como internacionales hoteles, las cuales, además de noticias en toda su frescura, como acaba de ocurrir con la remodelación ministerial, nos han acercado pasos, cofradías, saetas, penitentes, tambores, trompetas, velas y velones en abundancia.

Y la verdad, como digo, una contemplaba un ratito esta fiesta de la fe católica, pero sólo un ratito, ya que el plural y ejemplarizante mundo religioso sirio, siriano o siríaco, que da igual, requería singular atención. Sí, sí, ejemplarizante por plural (islamistas, católicos, ortodoxos, alawies, drusos...) y de largo sentido de la tolerancia, por lo que si a ello unimos las varias etnias que en este país existen (árabe en su mayoría, seguida de la kurda, armenia, asiria y turka) y lo bien que se llevan entre ellas concluiremos que Siria es un país amable y conviviente por los cuatro costados. Por eso y por el afecto con que nos acogen a los forasteros que allí arribamos.

Y comento esto mientras en León seguimos aguardando el AVE que nunca llega, en Madrid se manifiestan los ganaderos lácteos y el primer ex-esposo gay cae asesinado por su anterior marido, quien se ahorca al poco rato. Mientras las protestas estudiantiles por el Plan Bolonia menudean y sale del hospital de Majadahonda el valiente profesor Jesús Neira, ejemplo cívico e icono de la lucha contra la preocupante violencia de género, pese a que la exaltada Violeta Santander no lo quiera reconocer. Mientras deseamos que se resuelvan los desvaríos generados por tantas promesas incumplidas y de vez en vez tomar una copita de ese aguardiente anisado que es el arak para brindar, ahora ya en la distancia, por damascenos, palmiranos y demás. Mientras, asímismo, la mano de San Pablo, siempre vinculado a Damasco, parece tirar más de nosotros que de costumbre.

Y regreso, digo, prosigo, con el pacífico mundo sirio, con el sube y baja de sus fortalezas, la contemplación en Hama de sus norias de madera, eficaces inventos de la ingeniería hidráulica, aunque para ello haya que soportar el olor putrefacto de las aguas de las que beben. De manera que si caes a esos ríos verdes te mueres antes por envenenamiento que por ahogo, como sería esperable.

Regreso o prosigo para rememorar los tés a la menta en las terrazas de Aleppo frente a la ciudadela, incluso la decepcionante bolsita de té lipton que nos tocó en suerte o en decidida desdicha, así como para recetar la sorprendente visita al Hotel Baron y supervisar la factura adeudada por Lawrence de Arabia cuando era el joven arqueólogo Thomas Edward Lawrence, o también para recrearnos con las huellas de Ágatha Christie o Pier Paolo Pasolini o De Gaulle o Churchill. O tal vez porque las jaimas y otras ruinosas moradas expresan no sólo la negación de la riqueza sino también la de toda elementalidad. Posiblemente también porque la fotografía de variadas posturas por doquier de su presidente Bashar al-Assad, «el hijo del gigante», que a fe que su rostro y estatura guardan un gran parecido con Felipe, nuestro príncipe, apunta a un dominio alejado del mundo occidental. Eso sin olvidar a la mujer que apenas cuenta, tan sometida al hombre, hasta el punto de que en los cafés y en otros divertimentos apenas se las ve y si eso ocurre el varón se halla al lado más como controlador que protector.

Sin embargo, a propósito de la mujer, hay indicios de un cambio no muy lejano. Un cambio que arranca de la vestimenta y que llegará más allá, seguro. Pues frente a las mujeres con túnica y tapadas hasta los ojos, la mayoría, y las mayores, muchas jóvenes, maquilladas, todavía tocadas por el pañuelo en la cabeza, pasean vaqueros bien ceñidos y elevados tacones de aguja, en tanto otras, más avanzadas incluso, hacen lo mismo, pero habiéndose despojado ya del velo. Si a esto unimos que la cartelería publicitaria nos presenta a atractivas muchachas exhibiendo sus hermosas melenas, bien acicaladas e insinuantes está claro que la occidentalización se ve fortalecida. ¿Verdad, amable, diligente y estupendo Assad Naccour? Algo similar ocurre también con los chicos entronizados en las vallas publicitarias, si bien con menor recurrencia.

En fin, votemos porque este polvorín que es la República Árabe Siria debido a su entronque limitante sobre todo con Israel, Líbano e Irak recupere los Altos del Golán con su riqueza acuífera, de manera que esa población siria bajo el dominio israelí se sienta en casa. Votemos porque los de Lepe de Siria, es decir, los de Homs conserven el buen humor, que viene muy requetebién siempre. Y votemos asimismo porque en este pueblo cuyos adolescentes junto con buena parte de los entrados en otras edades más altas conocen al dedillo al Barsa y al Madrid , querido Adonis, poeta eterno candidato al Nobel desde París, el abundante fantasma de la pobreza obligada con la que despierta y se acuesta vaya a menos, aunque sea lentamente. ¡Shalom! ¡Shalom!