EN EL FILO | ANTONIO CASADO
El debate
ALGUNOS se preguntan por qué Zapatero habrá elegido celebrar el debate sobre el estado de la Nación en vísperas de las elecciones europeas, cuando todo el mundo sabe que se encuentra en su peor momento. La respuesta es muy simple. Enfrentarse a Rajoy, el aspirante, después del más que probable fracaso electoral del 7 de junio (en Ferraz y Moncloa ya descuentan la victoria del PP con una bajísima participación), hubiera sido ponerle en bandeja el pronunciamiento de las urnas como una moción de censura de los ciudadanos al Gobierno. El «váyase, señor Zapatero» se le hubiera servido en bandeja al líder del PP.
Eso no supone endosar la resignación al Gobierno y al PSOE como estado de ánimo en estas vísperas electorales. Todo lo contrario. Los esfuerzos del estado mayor de Zapatero se orientan hacia la movilización de sus votantes, que andan alicaídos, y el apareamiento con otros grupos parlamentarios. Y así es como los dirigentes socialistas plantean este debate sobre el Estado de la Nación. El primero de la Legislatura.
En cuanto a la movilización del electorado, este nuevo cuerpo a cuerpo de Zapatero con Rajoy, junto a la remodelación ministerial del mes pasado y el reciente mitin de Vista Alegre, forma parte de la misma secuencia. La que está calculada para devolver al Gobierno el pulso perdido por la incapacidad de afrontar de modo efectivo la crisis económica y la soledad parlamentaria del PSOE a raíz de las elecciones autonómicas del 1 de marzo. Habrá que ver si lo consigue.
Por lo demás, me temo que el debate sobre el estado de la Nación no va a servir para sacarnos de pobres ni para reanimar la vida política con nuevos elementos. Por ejemplo, un pacto de hierro de las dos grandes fuerzas políticas para afrontar las consecuencias de la crisis económica. Ese sí sería un dato nuevo en la cansina confrontación de dos discursos aparentemente irreconciliables. Gasto público y protección social (PSOE) frente a austeridad y bajada de impuestos (PP). Como las líneas paralelas, que por mucho que se prolonguen nunca llegan a encontrarse. Por falta de voluntad política, claro.
Al fondo, lo de siempre. La lucha por la Moncloa, que «nacionalizará» las elecciones europeas del 7 de junio -en afortunada expresión de Ramón Jáuregui- y convertirá este debate sobre el estado de la Nación en una simple toma de temperatura de la relación de fuerzas para la conquista del poder entre el titular, Rodríguez Zapatero, y el aspirante, Mariano Rajoy.