Ni darse a la bebida

¡JODIDA CRISIS! Pues va a ser verdad que estamos en una recesión más profunda y lamentable de lo que queremos reconocer (excepto quienes practican el deporte de la oposición, no política, sino en general, que se empeñan siempre en ver lo más negro). Hasta el día de hoy, y con todos los respetos a las ligas antialcohólicas, cuando la cosa se ponía de color de grillo quedaba siempre el remedio de agarrase a la botella (la del mono, no la de Aznar) para consolarse y olvidar, aunque fuera por un rato. Pues ya ni eso.

El nuevo modelo económico que andamos buscando aplicando los remedios de siempre debe ser cosas de ascetas, y se está cebando con las bebidas espirituosas. Tanto, que dice la federación que reúne a las empresas del ramo que los parados se dan al agua del grifo en vez de al tradicional güisquito. Dicho en lenguaje técnico, «el inevitable efecto del desempleo sobre los hábitos de consumo».

Tanto nos aprieta el cinturón que ni cuando vamos de viaje o de bares nos damos a los efluvios alcohólicos. Cosa muy de lamentar, ya que la citada asociación (Febe en siglas, nada que ver con el hullero) revela que un 18% de lo que gastamos como turistas se nos va en bebidas de alta graduación. Un pastón en cogorzas, me parece a mi.

El caso es que ahora los miembros de la Febe sin raíles confían en que los calores del verano alegren los gaznates del personal, y el consumo de estas bebidas se recupere. Si no, dicen, van a tener que trasegarse su propia producción para olvidar que la crisis quita la sed a los demás.

Y es que desde las subprime para acá ya no sabe una a qué atenerse. Me decanto por un brindis, por nosotros y por los que queremos. Sin renunciar a la moderación, bebamos y disfrutemos.