AL TRASLUZ | EDUARDO AGUIRRE
Aceptamos pulpo
VALE, ACEPTAMOS pulpo como animal de compañía. Pues eso, vale, aceptamos que esos chicos del Barça no son tan malos, incluso que hasta puede que tengan sus virtudes. ¿Será por reconocer méritos? Pero insisto en mi tesis ya tantas veces manifestada aquí: ser leonés y del Barça es como haber nacido en La Bañeza y apellidarse O-™Hara. Choca un poco. Se lo digo cada día a mi mujer, pues me ocultó en el noviazgo que era culé, quizá porque ciertas informaciones no conviene darlas de sopetón. Ahora bien, como soy un madridista magnánimo, les diré que me alegro de que ganasen al Manchester United. Sólo queda respirar hondo, encomendarse a San Santiago Bernabeu, y esperar a que pase pronto el apoteosis que se nos avecina. Entiendo la alegría del hincha culé, pero es que algunos parecían que eran ellos quienes habían metido los goles. Bueno, ahora en ya serio. El fútbol ha vuelto a dar una lección de superioridad sobre la política. Lean ustedes hoy las declaraciones de la mayoría de los jugadores de otros equipos y no se encontrarán nada más que elogios y reconocimientos hacia una superioridad deportiva, hacia el logro de haber convertido el juego en arte. ¿Se imaginan ustedes a un partido político reconociendo, tras una derrota electoral, la superioridad de los rivales y de su programa? No lo verán jamás nuestros ojos, ni esta democracia. Y no será porque el deporte no mueva intereses millonarios. La sobriedad de Guardiola es ejemplar, además de una prueba de su gran inteligencia, porque sabe lo efímero de cualquier éxito deportivo, pues los goles del pasado no cuentan para los próximos retos. Únicamente cuenta el presente, y el del Barça es glorioso. Triplete. Y ante eso, sólo nos queda aplaudir. Y aceptar pulpo como animal de compañía. Pero sólo hasta mañana.