Diario de León

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Día Internacional del Pueblo Gitano

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León

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Hubo un tiempo y un lugar en el cual las madres que tenían hijos díscolos, les apuntaban, teóricamente claro es, en el pueblo gitano. En el mundo parece ser que el censo de la gitanería andante se calcula en unos diez o doce mil miembros. Muchos gitanos para un mundo citatero y selectivo. De tal modo lo es que cuando en casa se decidía domar los ímpetus de la chiquillería, para distinguir la especie de pervertida tendencia de que hacían gala los más atrevidos y descarados, obtenían el calificativo de gitanos. También se les solía llamar bárbaros, judíos y zánganos colmeneros pero el último que era mejor encajado tenía el rango de gitano, si de verdad lo era. Castilla y León forman territorios con tradición gitana. Cada región de la gran panorámica hispánica disponía de un núcleo importante del Pueblo Gitano, con su Rey de los Gitanos, que solía ser el anciano mejor calificado y con más influencia entre el pueblo payo y aceptaban acogerse en viviendas heterogéneas, unas veces conseguidas de los Ayuntamientos y otras conformándose con la misericordia de las buenas almas. El gitano, así que decide incorporarse al común de vecinos sin hacer alarde de su singularidad ética, se convertía en un ciudadano normal y perfectamente utilizable. Lo que sucedía para que este acto de integración se produjera sin la colaboración de la Guardia Civil, era que el gitano de raza, inevitablemente, se sentía inclinado a tendencias y modos de vivir no siempre fieles a la ley, o si se prefiere, porque la Ley, dictada por los rectores de la comunidad casi nunca o nunca se ajustaba a las tendencias genéticas de la gitanería, y en sus actos fundamentales desdeñaban las fórmulas oficiales para organizar su ocio, su ceremonial y su vida, a su aire. Así la boda gitana, la legislación gitana, el reconocimiento de los derechos gitanos: Cuando se producía el hecho diferencial se declaraba la guerra sorda entre los payos y los gitanos. Y no es que se promovieran declaraciones bélicas de durísimo resultado como las guerras de los payos, sino que la comunidad «sentía», el taconeo, el bailoteo, el zurcir del aire que tiene el gitano al bailar. Y los payos acababan por erigir al gitano, favorecido por sus dioses, en miembro principal de la sociedad. Cuando al gitano se le imponía la ley laboral, es cuando de hecho y de derecho se declaraba la guerra entre porciones humanas viviendo en el mismo territorio. Y para que los payos entendieran su concepto de trabajo, apelaban a sus artistas, a sus bailadores y también a sus coreógrafos. Y ajustaban las cuencas y los cuentos, mediante la intervención de sus ilustrados jueces y reyes. Y quedaba zanjada la cuestión. Llegaban tarde afortunadamente los guris y la gitanilla le canta: Pinta una cruz en la puerta y pon tu nombre debajo porque cicutas y ortigas nacerán en tu costado... Hay gitanos de España y gitanos de otro mundo que no es el nuestro ni el suyo. Hay gitanos de todos, pero esa es otra historia.

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